"El problema es que lo que ocurrió en Palomares, que cayeran cuatro bombas atómicas sin hacer explosión, no ha pasado en ningún otro lugar del mundo", observa Igor Parra, botánico, ecologista y activista afincado hace años en la localidad almeriense. Por eso, prosigue --con un suave deje que delata su origen latinoamericano-- "los científicos del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientes y Tecnológicas han tenido que desarrollar una técnica y dotarse de una tecnología sin comparación en ningún país". Lo que se hará para limpiar el suelo contaminado de Palomares no se ha ensayado nunca antes.

Solo ve un inconveniente: "Hay que hacerlo rápido, porque el área afectada por la contaminación puede expandirse, al transformarse el plutonio en americio, que se propaga como un aerosol". El riesgo de contaminación radiológica no es un fenómeno exclusivo de Palomares. Y la visita de expertos americanos de ayer al lugar de los hechos no sirvió para disipar esa duda. Sin ánimo de que cunda la alarma, recuerda que en Cataluña hay una intensa actividad nuclear, con las centrales de Ascó y Vandellós (En Extremadura hay una en Cáceres). "Y miren ustedes, aquí han tardado 45 años en ponerse a resolver el problema", avisa.