«A los niños les angustia pensar cómo será su futuro bajo los efectos de la crisis climática. Muchos sufren ecoansiedad cuando empiezan desarrollar su sentido crítico y a entender la gravedad de la situación», explica la psicoterapeuta Caroline Hickman, de la Climate Psychology Alliance.

«Es normal que se sientan abrumados. Encienden la televisión y ven imágenes catastróficas: inundaciones, indendios, gente sufriendo... En los colegios cada vez se habla más del tema. En internet hay mucha información. Ven que a su alrededor hay muchos compañeros, igual de jóvenes, que empiezan a manifestarse. Pero también ven que hay soluciones lógicas que no se aplican. Y eso les genera aún más angustia y rabia», argumenta la experta, quien ha dedicado la última década a investigar las secuelas psicológicas del desastre ambiental en niños desde la Universidad de Bath, en Reino Unido.

La explicación es sencilla. Los más pequeños tienen una concepción de la justicia muy acentuada. Y a diferencia de los adultos, ni esconden ni disimulan sus emociones. «Los adultos aceptan que la vida es injusta y, por eso mismo, dejan de quejarse. Pero los niños no. Si sienten que están viviendo una injusticia y tienen que enfadarse, se enfadan», argumenta la psicoterapeuta.

Hickman explica que es completamente normal que los menores reaccionen emocionalmente ante la destrucción de un bosque por un incendio o la extinción de especies animales. Y, de la misma manera, también es comprensible que la nueva generación de activistas adolescentes se muestre mucho más radical e inconformista. «Los niños tienen un fuerte sentido de la empatía. Y no solo entre ellos, sino también con el planeta», relata.

Sentimientos confusos

«Los niños viven el tema del cambio climático de manera muy intensa. Incluso hay algunos que se lo toman de manera un poco catastrofista y sufren», explica Pilar Costa, docente de quinto de primaria en la Escola Ítaca de Barcelona. En su clase, niños y niñas de unos 10 años discuten a menudo sobre los efectos de la crisis climática y, ante las cámaras, enseñan orgullosos unas cartulinas en las que han dibujado el futuro del planeta bajo los efectos del cambio climático. Señalando los coloridos recortes de periódicos y revistas, los pequeños especulan con inocencia, incertidumbre y cierta confusión sobre su porvenir.

«Bienvenido al mundo en el que no quieres vivir», se lee en uno de los carteles creados por los pequeños. «Hay cosas que mejor que no estén en el planeta, como los robots o los coches», explica una de las alumnas. «Si seguimos así, hará cada vez más calor y tendremos que cambiarnos de planeta», añade otro. Entre los más pequeños, la confusión se une a la angustia, creando sentimientos aún más abrumadores.

Aprender a gestionar

«Los niños son conscientes del estado de emergencia y no entienden que no se actúe diferente para solucionar el problema», señala la profesora de esta clase. Ante esto, los expertos sugieren hablar con claridad a los niños para que aprendan a gestionar estas emociones. Hickman, quien durante años ha tratado a niños de las Maldivas que sufren ecoansiedad, explica que la sinceridad es clave.

«Hay que contarles la verdad. Pero quizás hay que dosificar la información y explicarla paso a paso», argumenta. «Tenemos que escuchar las preocupaciones de los más pequeños, dejar que expresen sus sentimientos y estar ahí para aclarar cualquier duda que puedan tener», concluye la psicoterapeuta.