TEtl terremoto de Lisboa de 1755 puso a Europa a cavilar. Tantos muertos, tanta belleza inútilmente destruida debía ser un castigo de Dios. Eso pensó la mayoría porque eso fue lo que les enseñaron a pensar durante siglos. Sin embargo, otros, aprovechando que el Siglo de las Luces pasaba por allí, bajo la luz de la razón vieron que Dios había castigado más a los que vivían en chabolas que a los que vivían sobre cimientos firmes. Una de dos: urgía reestructurar la religión o el plan de urbanismo. Voltaire escribió tres años más tarde Cándido , para burlarse de los optimistas fatuos y de los cínicos, que con el cuento de que vivimos en el mejor de los mundos posibles pretenden que todo siga como está y se especializan en sacar tajada del dolor ajeno. Ignoro si el terremoto del L´ Aquila dará obras maestras de la literatura pero, por lo pronto, ha dado que pensar y ya hay quien cayó en la cuenta de que, si bien es cierto que la gente es dada a tragarse cualquier cosa y creer en lo que no ve, sin embargo, cuando tiene el bolsillo caliente y el estómago templado, cree más en Arguiñano y Adriá que en Santa Bárbara. Acabo de ver una película, Where is in the world Osama Bin Laden? , que también tiene su punto de partida en una tragedia: los atentados del 11S. Nos han dicho que a partir de ese día el mundo es patrimonio de Satán y Bin Laden su profeta. Por ello Morgan Spurlock se plantea hacer un viaje para apresarlo y sanear el mundo. Un poco como el Cándido. Recorre medio planeta y aprendemos con él que nos envenenan con prejuicios, que el problema no es un hombre solo, no es Bin Laden o los musulmanes o los judíos, ni los terremotos ni los virus ni las crisis. Es el miedo que mueve montañas. Y hay mucha gente que ha hecho del terror una caja registradora.