El anuncio oficial de que, pasado lo peor de la pandemia del coronavirus, habrá temporada turística, la llamada a desempolvar las maletas y a repasar el mapa de España en busca de un destino, así como la previsión del fin de la cuarentena para los que lleguen de fuera y las progresivas aperturas de playas y piscinas han despertado una industria que entró en coma con el decreto del estado de alarma y que estos días se mueve entre la esperanza y la precaución.

Además del descanso de millones de personas tras unos meses de confinada tensión hay en juego buena parte del 12,3% del PIB y de los 2,6 millones de empleos directos que suponen el sector turístico para España, aunque hay una parte que ya se da por perdida. Consciente de ello, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, afirmó ayer que el turismo será uno de los sectores que se apoyará dentro del plan del Ejecutivo para la recuperación.

El arranque de la semana llegó con titulares de euforia. La agencia de viajes on line Destinia hablaba de un incremento del 142% de la búsqueda de hoteles y desde Exceltur, que reúne a muchas de las grandes del sector, se hablaba de reservas triplicadas en 48 horas. Pero a puerta de hotel, la realidad es otra. «Algo se está moviendo -admite Toni Mayor, presidente de la patronal valenciana HOSBEC-, pero hay que analizarlo bien porque si estaba totalmente parado a poco que se mueva ya es un incremento del 150%».

Desde Benidorm, uno de los iconos del turismo peninsular, asegura que no queda otra opción que ver «cómo va la convalecencia» porque estamos en un terreno desconocido. «Digamos que la demanda ha salido de la uci y hay que ver si está para quedarse en el hospital, para salir andando o para correr. Nadie sabe de verdad cómo se comportará la demanda, si la gente va a tener miedo, si estará traumatizada o si saldrá disparada», dice.

«Hace 15 días estábamos muertos», afirma Xavier Guardiá, portavoz de la federación empresarial de hostelería y turismo de Tarragona. «En la última semana nos hemos empezado a mover, se pide mucha información pero las reservas no fluyen», explica. Desde el sector recuerdan que las cancelaciones gratuitas han hecho que ese termómetro pierda fiabilidad.

ABRIR FRONTERAS/ Ambos están de acuerdo también en que hay un punto clave en la temporada: la apertura de fronteras. «Todo pasa por ahí», insisten desde la Costa Daurada. Porque ni aunque se desatara el mercado doméstico, algo que dada la situación económica nadie prevé, se podría compensar el internacional. Basta con ver que, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en el 2019, visitaron España 83,7 millones de turistas extranjeros.

Cataluña, Baleares y Canarias fueron los territorios más elegidos por los foráneos en 2019, pero mientras que el Gobierno ya ha dicho que quiere ‘corredores seguros’ desde Alemania hacia las islas, siguen las dudas con la frontera francesa.

«Es vital, el Gobierno debe hacer ya una reflexión, acabar con la cuarentena de una vez y abrir las fronteras, no podemos esperar al 1 de julio, se tienen que abrir ya en la fase 2; si no, tendremos muchos problemas», explica Antoni Escudero, presidente de los hosteleros de las comarcas de Girona, especialmente dependiente de este turismo. Tienen más de 500.000 plazas hoteleras «y llenarlas es imposible con las fronteras y aeropuertos cerrados». «Nuestra dependencia de Francia es muy grande, aquí venía mucho turismo nacional y eso se ha descuidado pero aunque se recuperara no compensaría. Tenemos a 10 millones de franceses a los que les encanta venir a una distancia de coche de entre media hora y cuatro horas», recuerda. Y avisa: «El turismo vacacional importante, el de cámpings y hoteles, el de costa y playa, tiene las reservas casi a cero, incluso con cancelaciones».

En permanente contacto con los turoperadores y aerolíneas, el presidente de los hosteleros valencianos asegura que estos sectores «están locos por arrancar» pero con radios de acción reducidos. “«Nadie va a querer hacer un gran viaje en avión, digamos que a lo sumo de dos o tres horas, no mucho más. Europa va a ser un gran mercado doméstico», augura. El mercado ruso parece perdido.

EL OTRO TURISMO/ En toda España ha aguantado un poco mejor el turismo rural, el de interior. De hecho, en el Pirineo catalán son optimistas. «Nuestros visitantes son en un 80% de España y de esos un 60% son de Cataluña, así que somos de mucha proximidad, que es lo que va a marcar el verano», asegura Juli Alegre, del Patronato de Turismo de Lleida. Su otro punto fuerte, explica, es que la segunda tendencia es a buscar destinos «con poca gente y con espacios naturales y nosotros los tenemos». De ahí que hayan tenido «un repunte» en sus reservas.

Pero sus 60.000 plazas hoteleras son pocas. «Con todo el cariño, si el turismo es de poco volumen, vamos a morir», señala Guardià desde Tarragona. «Lo que necesitamos es que venga el máximo número de gente posible y tener fórmulas para que no haya aglomeraciones», receta.

DESTINO MADURO / Todos coinciden en que España tiene una potente vacuna que puede ayudar: su histórica solidez. «Somos un mercado consolidado, maduro y este va a ser un año de pocas aventuras. Va a ser un verano de ir a sitios conocidos, a las playas que nos gustan, a los mismos restaurantes que otros años y hasta de saber dónde está la farmacia», refuerza Guardià.