Tras una pregunta de un periodista sobre cuál era el secreto de su grito, Johnny Weissmuller se limitó a responder que se había inspirado en los cantos tiroleses. Era 1932 y el actor austriaco acababa de filmar la primera de las seis películas en las que dio vida a Tarzán. En 1997 los herederos del escritor decidieron que la Unión Europea debía reconocer sus derechos sobre el alarido. Diez años más tarde, Bruselas les dice que no. Los responsables de Metro Goldwyn Mayer aseguran que sus expertos amplificaron el grito de Weissmuller con ruidos de animales.