La batalla contra el covid-19 no solo se libra en los laboratorios, sino que también se lucha en congeladores y camiones refrigeradores. El hecho de que la vacuna de la estadounidense Pfizer y la alemana BioNTech sea bidosis y tenga que ser conservada a -70 C (frente a los entre 2 y 8 C de la vacuna contra la gripe común) puso sobre aviso a los científicos: iba a ser quebradero de cabeza para hacerla llegar a según qué zonas.

Los aviones y las provisiones de hielo seco comenzaron a planear en las previsiones de muchos: el desafío logístico es grande, algo que mejora en el caso de la de Moderna. Su ventaja es que no necesita un almacenamiento ultrafrío, lo que facilita su distribución.

Moderna espera que sea estable a temperaturas de frigorífico y que se pueda almacenar hasta seis meses a -20 C, unas magnitudes mucho más fácilmente conseguibles que en el primer caso.