Y al tercer día, Benedicto XVI tuvo descanso. Tras una primera jornada en la gira africana marcada por su declaración sobre los condones --"agravan el problema" del sida, dijo--, y una segunda en la que la visita quedó eclipsada por el alud de críticas a esa declaración por parte de gobiernos y oenegés, el Pontífice mostró ayer su rostro más conciliador y social. Primero, durante una reunión con líderes musulmanes de Camerún, el Papa alabó el diálogo entre el catolicismo y el islam; después, en una multitudinaria misa celebrada en Yaundé, capital del país de Africa occidental, dijo que el castigado continente "está en peligro" debido a los "inmorales sin escrúpulos que intentan imponer el reino del dinero despreciando a los más indigentes", palabras muy similares a las del escrito del Vaticano que entregó ayer a los presidentes de las conferencias episcopales africanas, en el que critica a las multinacionales.

En el texto, la Santa Sede acusa a las empresas globales de "invadir" gradualmente el continente para apropiarse de los recursos naturales con la complicidad de los dirigentes locales, de los que dice que son un obstáculo para la democratización de los países. "En connivencia con hombres y mujeres del continente africano, fuerzas internacionales se aprovechan de esta miseria del corazón humano --reza el documento de preparación del Segundo Sínodo de Obispos para Africa, que tendrá lugar del 4 al 25 de octubre--. Se fomentan las guerras con la venta de armas y se apoyan a políticos irrespetuosos con los derechos humanos y los principios democráticos para lograr ventajas económicas. Así se desestabiliza a las naciones y se elimina a los que quieren tutelarlas".

VALORES TRADICIONALES Antes de distribuir el escrito, el Papa entró triunfal en el estadio Amadou Ahidjo de Yaundé: cerca de 60.000 personas le recibieron con cantos y bailes, mientras las jóvenes iban ataviadas con vestidos acompañados de fotos de Joseph Ratzinger, pese a que este había dicho el día anterior que la exuberancia de los ritos católicos africanos podía poner en peligro la liturgia. El Pontífice defendió el matrimonio y la virginidad, tuvo palabras de afecto para los menores de la calle y los niños soldado, condenó el aborto y advirtió a los asistentes de la importancia de mantener los valores tradicionales africanos. No pronunció las palabras sida ni preservativo, en un día en el que el Gobierno francés y varias oenegés volvieron a acusarle de socavar las políticas de salud en contra de las evidencias científicas.

El encuentro que más expectación había levantado, sin embargo, tuvo lugar a primera hora de la mañana. El Papa se reunió con una veintena de líderes religiosos musulmanes y aquí tampoco dio un traspiés, no como en aquel discurso del 2006 en Regensburg (Alemania), en el que citó un texto medieval que identificaba al islam "con cosas malvadas e inhumanas" y sus palabras provocaron airadas protestas en todo el mundo. Esta vez, Benedicto XVI declaró que toda "religión genuina" ha de rechazar "cualquier forma de violencia y totalitarismo" y alabó "la entusiasmante cooperación entre musulmanes, católicos y otros cristianos en Camerún" de la que el resto de naciones africanas, según dijo, debe tomar ejemplo. Sin citarlo, Ratzinger se refería a casos como el de la ciudad nigeriana de Jos, donde el pasado noviembre, tras unas reñidos comicios, los enfrentamientos entre cristianos y musulmanes se saldaron con centenares de muertos. El Pontífice llegará hoy a Angola, segunda y última escala en su accidentada visita africana.