TEtstoy extenuado. Acabo de llegar del cine y me he tenido que echar en la cama a descansar. Para ser más exacto, en realidad parece que acabo de volver de las Cruzadas. He ido a ver El reino de los cielos , esa película que narra las aventuras de un puñado de cristianos en Tierra Santa luchando contra Saladino, y he vuelto como si yo mismo hubiera blandido la espada contra los sarracenos y me hubieran molido a golpes.

El parte de guerra dice que tengo la espalda dolorida, la cabeza taladrada y el alma sin sosiego. Y todo por culpa de estas películas ruidosas y efectistas donde todo es sensurround , virtualidad informática y fragor bélico. Películas que duran casi tres horas protagonizadas por un chico de moda que mira de soslayo, compone gestos de guaperas misterioso y no consigue que te lo creas hasta que no aparecen los de siempre, o sea, Jeremy Irons o Liam Neeson, que no participan en el sensurround porque no lo necesitan y prefieren escenas más intimistas que llenan de credibilidad. Así que aquí me tienen, cautivo y derrotado por tercera vez en poco tiempo: primero me dieron para el pelo los troyanos, después me sacudieron de lo lindo las huestes de Alejandro Magno y ahora me han dejado para el arrastre los sarracenos y los cristianos, todos a una. Reconozco que he visto escenas espectaculares y combates llamativos, pero no me he creído nada y, desde luego, el ruido ha superado ciento por uno a las nueces. Ahora sólo me hace falta ver La venganza de los Sith , que ahí sí que hay decibelios, y culminaré mi camino a la cinefobia.