TStiempre me llamó la atención que aquellas personas que abandonaban su profesión para dedicarse a tiempo completo al trabajo político o sindical se les llamara liberados . Quizá porque nunca entendí de qué se estaban liberando y porque en la mayoría de los casos me parecían personas que inconscientemente acababan por alejarse de la realidad que vivíamos los que no estábamos liberados de la vida normal. Tal vez sería más sensato limitar el tiempo que cada uno dedica de forma continuada a la primera línea de la política, pero tampoco es de recibo dar muchas lecciones sobre el asunto porque el último gobernante que se autolimitó el mandato casi nos descalabra.

Es de imaginar que quien tiene pasión por la vida política y logra gobernar democráticamente durante un cuarto de siglo se puede dar por satisfecho: desde el punto de vista humano no se puede pedir a nadie que anteponga su compromiso político a su salud y a su bienestar porque, aunque a algunos le cueste entenderlo, la vida es más importante que la vida política. Además, los grandes logros vienen siempre de la mano de proyectos colectivos en los que cada persona es necesaria pero ninguna imprescindible. Si teníamos alguna duda al respecto sólo hay que fijarse en el ejemplo de esa selección de baloncesto que, en lugar de resquebrajarse por la lesión de su jugador más valioso, supo actuar como grupo de manera que en la final nadie se acordaba del jugador de Memphis. Pensar que el futuro es incierto por un cambio de liderazgo es poco menos que desconfiar de la capacidad colectiva para saber continuar con los aciertos y rectificar los errores.