Felipe Sánchez nació en Don Benito hace 76 años. Como muchos otros en la época, comenzó siendo apenas un niño el oficio de guarnicionero. Tenía 10 años y el mejor maestro, su padre. En sus ojos azules se percibe cierta nostalgia, pero también un brillo especial al recordar esos años y una profesión que ya se ha perdido. "Soy el último guarnicionero que queda en Don Benito. Ahora trabajo para entretenerme".

Son muchos los recuerdos para "Felipín". "Aquí me conoce todo el mundo así porque Felipe era mi padre y yo, al ser pequeño, me quedé con Felipín".

La suya fue la última generación de guarnicioneros. Sus hijos no han heredado la profesión porque tampoco su padre ha podido ejercerla durante toda la vida. La llegada de la maquinaria agrícola hizo que las bestias desaparecieran del campo, y con ello, su trabajo ya no tenía sentido. "Me tuve que ir con 35 años a Santurce porque tenía una familia a la que alimentar y aquí ya no había trabajo para un guarnicionero". Allí ejerció de tapizador porque era una profesión que estaba muy relacionada. Ahora regresa todos los años para la Fiesta de la Velá donde los dombenitenses velaron durante toda esta madrugada a la patrona, la Virgen de las Cruces, que hoy emprende su vuelta a la ermita.

Felipe no olvida su vida aquí. "Entonces había 4 guarnicioneros. Nosotros trabajábamos donde ahora está la Imprenta Trejo. Era la guarnicionería de mi tío, que fue el que enseñó el oficio a mi padre".

Orgulloso, muestra el cinturón que lleva puesto y que se ha hecho él mismo. "Hacíamos de todo. Cabezones de labrar para caballos, jáquimas para burros y mosqueros que se llevaban para la Velá, también cinturones y fajones para montar a caballo". Y recuerda que sus clientes iban desde los labriegos y ganaderos a los señores de la época. "Trabajábamos para la gente importante como los condes, los hermanos Peralta..."

El último guarnicionero de Don Benito lamenta que el oficio se esté perdiendo sin remedio. "Ahora todo viene de fuera y cosido a máquina. Nosotros trabajábamos el cuero a mano". Por eso asegura que le gustaría enseñar a alguien, como hicieron con él. Pero reconoce que ya no encontraría ni siquiera las herramientas. "Las mías eran de mi padre y se las trajeron de París.