Si pretendían acollonarnos, lo han conseguido. El martes, TVE-1 hizo saltar de la parrilla la teleserie La vida de Rita y en su lugar nos colocaron el tremendo documental norteamericano Bioterrorismo, la amenaza biológica . Lo pasamos francamente mal. Nos entró un miedo terrible. Advirtió la presentadora ocasional, Letizia Ortiz, a modo de preámbulo: "¿Es posible que el aire que respiramos se pueda convertir en un arma?", y acto seguido arrancó una tétrica historia sobre bacterias, virus, corpúsculos venenosos, invisibles elementos dañinos que producen la muerte de quien los respira en un radio perimetral amplísimo. El trabajo nos informó que este tipo de bacteriología letal sólo se consigue a base de costosísimos trabajos realizados en dos laboratorios provistos de tecnología punta que investigan: uno en Virginia (Manasas), y otro en Arkansas (Fort Detrich). Y que los terroristas tipo Bin Laden, o los malos tipo Sadam, que no tienen más tecnología que una cabra bizca, acuden al mercado negro para hacerse con la dañina mercancía. O sea, que esa noche acabamos de cenar con el alma en un puño y el estómago hecho picadillo. Pero lo que más claro quedó, es que el bioterrorismo, sin esos laboratorios de tecnología punta, no existiría.

Chapapote en La 2 --. Tres meses después, TVE se ha permitido un debate sobre el Prestige (La 2). Este debate ha llegado tarde. Pero ha demostrado que, después de tres meses, estamos en el mismo sitio. El buque sigue soltando. La marea negra continúa. Y el Gobierno se entretiene engrasando la escopeta de Bush.