La desmovilización de los votantes enturbió ayer las elecciones europeas. Sea por desapego hacia la política comunitaria o por puro hartazgo tras un año repleto de citas electorales, lo cierto es que en España la lacra de la abstención alcanzó un triste récord histórico, el 54%, desluciendo la victoria, de por sí muy ajustada, del PSOE frente al PP. El socialista Josep Borrell se impuso al popular Jaime Mayor Oreja con una ventaja del 2% de los votos escrutados, lejos de los 4,9 puntos que José Luis Rodríguez Zapatero obtuvo sobre Mariano Rajoy en las elecciones generales del pasado 14 de marzo.

Medio vacías, las urnas confirmaron anoche los peores augurios. Las cuartas elecciones en el breve plazo de un año --tras la celebración de las municipales, las autonómicas en 15 comunidades y las generales, hace justo tres meses-- no lograron seducir a muchos votantes que siguen sin tomar conciencia de que, a diario, en el Parlamento Europeo se toman decisiones que les afectan directamente. Los principales partidos, tras plantear el 13-J como una segunda vuelta de las generales, lamentaron ayer el escaso interés de los españoles por Europa y se comprometieron a ponerle remedio.

Con los números en la mano, anoche tanto el PSOE como el PP aseguraban hallar motivos de alborozo. Los socialistas festejaban el triunfo de Borrell --25 eurodiputados frente a los 23 de Mayor Oreja-- y recordaban que en 1999 el PSOE perdió las elecciones europeas frente al PP, que le sacó 4,4 puntos de ventaja. Los populares, por su parte, celebraban la dulce derrota de Mayor Oreja y el hito de haber recortado tres de los casi cinco puntos de ventaja que Zapatero sacó a Rajoy en las generales. Por tanto, todos contentos.

UN MAPA MAS EQUILIBRADO Con la reserva del alto índice de abstención, que necesariamente limita la fiabilidad de estos comicios como termómetro sociológico, lo cierto es que el 13-J reequilibra ligeramente el mapa político en favor del PP, al menos moralmente. Tras dos meses al frente del Gobierno, Zapatero conserva el favor de la mayoría de los votantes, pero Rajoy ha sabido movilizar más al electorado conservador, concienciándolo de que una derrota igual o más severa que la del 14 de marzo hubiera puesto en peligro la cohesión y el actual liderazgo del Partido Popular.

El veredicto que las urnas emitieron ayer tiene, pues, un efecto benéfico tanto para Rodríguez Zapatero como para Mariano Rajoy: por un lado consolida la primacía electoral del PSOE, demostrando que su victoria de marzo no fue fruto únicamente, como denuncia los populares, del impacto de la masacre terrorista del 11-M; por el otro, da oxígeno a un PP aún aturdido tras su debacle de las generales.

El reforzamiento de la dialéctica electoral PSOE-PP redundó en perjuicio del resto de las candidaturas. La candidatura nacionalista Galeusca-Pueblos de Europa --encabezada por Ignasi Guardans (CiU) e integrada también por el PNV, el BNG y otras dos formaciones de la Comunidad Valenciana y Mallorca-- obtuvo un pírrico resultado: el 5,17% de los votos y tres europarlamentarios, uno para cada de uno de los tres partidos.

La otra gran víctima de la polarización del voto fue Izquierda Unida. Incansable en su imparable retroceso electoral, cedió el tercer lugar en el podio y perdió dos de los cuatro eurodiputados. También la coalición la Europa de los Pueblos, encabezada por Bernat Joan (ERC) y completada con miembros de Eusko Alkartasuna y Chunta Aragonesista, entre otros, sufrió los daños colaterales. Alejandro Rojas-Marcos (Coalición Europea) se quedó sin escaño.