El cacereño barrio de San Francisco se echó a los balcones y el quién es quién de la política y la cultura se reunió sobre el césped del museo Casa Pedrilla para asistir al comienzo del año cultural. Riguroso gris marengo en los premiados y diversos atavíos en una mesa presidencial que iba del negro de Basilio Martín Patino, director de cine y miembro del jurado, al verde yerba fresca de Juan Andrés Tovar, Presidente de la Diputación de Cáceres.

Con voces precisas y palabras justas, presentaban el acto la poeta Ada Salas y el cineasta Jerónimo García. "Mi luz, no veo nada", confesaba Patino su desamparo técnico y un potente foco iluminaba la lectura de un preámbulo donde el creador salmantino recordaba el día que Rafael Sánchez Ferlosio llegó a la Universidad de Salamanca para hablar de su obra.

A partir de ese momento, Ferlosio se convirtió en el protagonista involuntario de un acto que fue envolviéndolo hasta conseguir acaparar su atención: comenzó con la cabeza apoyada en su puño, en pose rodiniana y como ausente, y acabó atendiendo con ojos vivos a Ibarra.

Manoel de Oliveira se esforzó en mostrar lo sensibilizado que estaba con el galardón. Justo García Rubio agradecía el premio ante colegas cacereños del Colegio de Arquitectos como Jorge Candela o Angel González y Gonzalo Hidalgo fascinaba con la lectura de una bonita historia.

Sánchez Ferlosio leyó de lado, apoyado en el atril, unos folios donde se condensaba su ironía ácida y su capacidad para escudriñar lo cotidiano y alumbrar los tópicos desmontándolos.

TIRA Y AFLOJA

Los discursos se convirtieron en un sutil tira y afloja entre la tendencia de los premiados a relativizar su propia valía y la importancia de los galardones en general y el empeño de Ibarra en su discurso por destacar el valor de los premios.

El presidente se refería al despropósito de que Ferlosio no hubiera recibido reconocimientos como el Cervantes o el Príncipe de Asturias y el escritor cerraba su intervención rogando que no lo tomaran demasiado en serio.

Decía Ibarra que los premios Extremadura a la Creación "tienen la importancia que tienen" y Gonzalo Hidalgo leía un discurso-cuento donde acababa comparando humildemente su premio con el único rasgar de guitarra que conocía en su juventud: un acorde del Black is black de Los Bravos.