Adolfo Chautón es uno de los autores del informe elaborado por el Observatorio de la Sostenibilidad. Además, dirige una empresa cuyo objetivo, explica, es "promover un modelo de sostenibilidad para Extremadura".

--Los datos extremeños de huella ecológica están entre los mejores del país pero siguen por encima de lo deseable, ¿cómo los valoramos?

--Con las dos capitales de provincia hay que tener en cuenta que sus términos municipales son los más grandes de España, lo que distorsiona en parte los resultados. A escala regional, Extremadura, por el hecho de ser muy grande y tener poca población, aún disfruta de un modelo que, aunque no sea sostenible puramente en términos ambientales, sí está muy cerca de lo que podría ser definido como un escenario deseable.

--¿Hasta qué punto estos buenos resultados ambientales están relacionados con unos menores índices de desarrollo humano?

--La relación entre el nivel de desarrollo y la utilización de recursos es directa. En términos ambientales, Extremadura es, junto a Castilla-La Mancha, de las regiones que mejor salen en la foto, pero también hay que tener en cuenta que sus índices de desarrollo son más bajos. Normalmente este ha venido dado por procesos de industrialización o de turismo intensivo, que aquí no se han producido. Eso no quiere decir que esta sea una región en vías de desarrollo o subdesarrollada, pero su desarrollo ha estado más unido a otras cuestiones como las ayudas europeas.

--¿Adónde nos lleva el patrón actual de crecimiento de las ciudades extremeñas?

--Es una cuestión que depende de varios aspectos. En primer lugar, de qué modelo de ciudad se elige. El modelo de urbanización difusa que se ha venido imponiendo tiene graves implicaciones para la sostenibilidad, porque aumenta mucho la utilización de recursos. Por otro lado, los propios ciudadanos cada vez tenemos un modelo de vida que demanda más recursos. La tendencia a nivel nacional es que aumenta la necesidad de recursos de las ciudades.

--El informe destaca también la ruralidad de Extremadura. En términos de sostenibilidad, ¿es algo que hay que tender a mantener?

--No es que haya que tender a mantenerlo. Hay que entender que la ciudad es, de por sí, un ecosistema insostenible, porque consume muchos recursos y genera muy pocos, pero que tradicionalmente se explicaba por su territorio. Existía una relación campo-ciudad, algo que se ha roto en las dos o tres últimas décadas, sobre todo cuando cada municipio hace su planeamiento urbano de forma ensimismada . Se necesita ese desarrollo rural porque es ahí donde están los nichos de sostenibilidad de las grandes ciudades. Hay que recuperar el diálogo campo-ciudad.

--¿Y en qué se debe cimentar?

--Tenemos herramientas que hace diez o quince años era impensable aplicarlas a la ordenación territorial, como por ejemplo las nuevas tecnologías y las capacidad de participación que estas nos permiten. Esta, a su vez, hace posible empezar a plantearnos impulsar políticas de población concienciada y proactiva. Necesitamos que las políticas no vengan solo de arriba abajo, sino también de abajo a arriba. Es importante que el medio rural no se convierta solo en un vertedero de las zonas urbanas, sino que sean entornos de vida atractivos.

--En Extremadura se está logrando sortear relativamente bien lo que el informe apunta como principal problema de los entornos rurales, el despoblamiento.

--En la región hay varias políticas muy interesantes. Una de ellas es el desarrollo de las nuevas tecnologías y la apuesta por el software libre. Otra es la sociedad de la imaginación. Esta es una región con gran potencial de sostenibiliidad, pero también hay que apostar por que la ciudadanía desarrolle su creatividad para promoverla.

--¿Cuál la situación de aplicación de la Agenda 21 en Extremadura?

--La Agenda 21 es una herramienta muy interesante. Es el protocolo que nos debería guiar para promover la sostenibilidad local, que en definitiva es la única manera de abordar la sostenibilidad global. Las principales ciudades extremeñas no tienen experiencias demasiado interesantes en este ámbito. Algunas ni siquiera la tienen implementada. A nivel rural sí que hay esfuerzos que me parecen acertados.

--En general, ¿las políticas de urbanismo extremeñas han estado vinculadas a la necesidad de vivienda?

--Los planes generales de las grandes ciudades, si se llevaran a cabo tal y como están previstos, recogerían más gente de la que hay en la región, sin explicar muy bien de dónde saldría. Y las ciudades no pueden seguir creciendo a costa de vaciar el campo. En el caso de Cáceres el actual plan, que está parado, preveía viviendas para 350.000 habitantes, con lo que vivirían en la ciudad practicamente todos los habitantes actuales de la provincia. Y en ningún caso se decía de qué iban a vivir. En los últimos años los planes han sido demasiado consumidores de recursos y se han explicado más en la lógica del mercado que en las necesidades de las ciudades. Parece que con la nueva ley del suelo y con la crisis inmobiliaria tiende a cambiar esta tendencia que nos ha llevado a un modelo de ciudad difusa que hacía abandonar nuestro tradicional urbanismo mediterráneo. Ahora nos encontramos en las ciudades extremeñas barrios a dos o tres kilómetros del centro. No es solo que no se vaya andando a ellos, es que además la calle no contiene nada: la gente llega en coche a su párking y se mete en su casa.