El estudio cita un informe de la oficina del Defensor del Pueblo que marca que el 13% de los niños de entre y uno y cuatro años y el 9% de los que están entre los cinco y los 14 sufren accidentes en las áreas de juegos infantiles. Esto debería llevar a extremar la vigilancia para que todo estuviese en orden en los parques infantiles, que se supone que son recintos seguros.

La realidad es bien distinta: los parques se hacen, se inauguran y luego se abandonan. Vandalismo y el propio desgaste hacen el resto. Además, hay ejemplos de descuidos poco explicables: en el parque de Montealto, en Mérida, los aparatos están en buen estado y una valla separa el recinto de la cercana avenida. Sin embargo, este vallado se interrumpe (no está roto, solo que no se ha puesto) en una esquina. Por ahí puede salir un niño y caer por un desnivel de dos metros.

Otro ejemplo está en Santa María de la Cabeza, en Badajoz. La barandilla de plástico rígido se partió. Se ha colocado otra, metálica, pero entre los barrotes cabe la cabeza de un niño. Además, los restos de la barandilla rota no se han eliminado del todo y quedan filos cortantes.

En todas las ciudades hay, de cualquier modo, ejemplos para bien y para mal. En el lado positivo: Castelar (en Badajoz, el más seguro de todos), avenida de España (Cáceres), Rambla (Mérida) o Parque de los Pinos (Plasencia). En el lado negativo, Unamuno, Sol, Paseo de la Radio o Santa María de la Cabeza (Badajoz), Osa Mayor (Cáceres), Eugenio Hermoso, Biblioteca y Montealto (Mérida) y San Antón y uno de los de Pablo Iglesias (Plasencia).

"En cualquier parque se puede producir un accidente, pero hay que poner medios para que los daños sean lo más leves posible", concluye Serrano.