El Estado mayor de la Iglesia católica, del que forman parte 183 cardenales, se reúne esta mañana por primera vez tras la desaparición de Juan Pablo II para abrir el testamento del finado, decidir si se celebran los funerales el jueves o el viernes y comenzar a urdir estrategias para designar al nuevo guía espiritual de los 1.100 millones de católicos repartidos por todo el mundo. Horas después, a las cinco de la tarde, se abrirá la capilla ardiente de Karol Wojtyla en la basílica de San Pedro para que los feligreses puedan acudir a rendirle el último tributo hasta el próximo miércoles.

Una multitud de más de 130.000 personas ya se congregó ayer por la mañana en la explanada de la plaza para asistir a la primera ceremonia de homenaje al Papa más juvenil y enérgico que se recuerda, cuyo corazón dejó de latir a las 21.37 horas del sábado, tras dos días de una agonía que sirvió para brindarle una multitudinaria despedida.

El secretario de Estado, Angelo Sodano, se refirió en la homilía a "Juan Pablo el Grande", una señal para algunos inequívoca de que el inicio del proceso de beatificación del Pontífice eslavo no se hará esperar. El escritor Vittorio Messori, por ejemplo, no se privaba el sábado, desde la portada del Corriere della Sera de reclamar al Papa que venga que se aplique en la tarea de hacer santo a su antecesor.

EL GOBIERNO PROVISIONAL La Iglesia permanecerá sin una cabeza visible al menos hasta el domingo 17 de abril, la primera fecha en que, de acuerdo con las normas de la Santa Sede, puede convocarse el cónclave, la reunión restringida a los 117 cardenales de menos de 80 años que tienen voto para escoger a su jefe. Será igualmente la congregación general de los cardenales, que desde hoy se reunirá prácticamente a diario y a la que se irán incorporando a medida que lleguen a Roma los 183 príncipes de la Iglesia, la que adopte esa decisión próximamente.

Mientras, el camarlengo Eduardo Martínez Somalo, riojano de 78 años, es el encargado de administrar los bienes de la Iglesia, al tiempo que los asuntos pendientes de liquidar son despachados por un gobierno provisional del que, además del purpurado español, forman parte los ministros del Interior y de Asuntos Exteriores, Leonardo Sandri y Giovanni Lajolo, respectivamente, y el vicario de Roma, Camillo Ruini.

La ventana del apartamento privado de Juan Pablo II en lo alto del Palacio Apostólico amaneció ayer cerrada a cal y canto, después de que el camarlengo, siguiendo el ritual, ordenase sellar la estancia. Los restos de Wojtyla fueron trasladados al piso inferior, donde se halla la sala Clementina, en la que pudieron ser visitados por los altos miembros de la Curia, las autoridades civiles italianas y los miembros del cuerpo diplomático acreditado en el Vaticano. Los empleados de la Santa Sede también tendrán ocasión, esta mañana, de contemplar de cerca el cadáver.

LAS ULTIMAS VOLUNTADES La Congregación General de cardenales conocerá hoy las últimas voluntades del Pontífice polaco y despejará la incógnita, alimentada en los últimos días por sus compatriotas, de si Wojtyla deseaba hacer un viaje póstumo a su tierra y descansar bajo la catedral de Cracovia o prefiere quedarse en la morada que antes ocupó Juan XXIII en la cripta de la basílica de San Pedro. Polonia insistía ayer en reclamar, al menos, el corazón de Karol Wojtyla, si el resto cuerpo permaneciera en el Vaticano.

Los purpurados, especialmente los 66 de más de 80 años que tienen vetado el acceso a la Capilla Sixtina (donde se designará al 265º jefe supremo de la Iglesia católica) pueden a partir de hoy hacer valer sus influencias y ofrecer sus consejos en las reuniones de la Congregación General. Ahí se urde lo que después se plantea en el cónclave.

El torrente de opiniones sobre el perfil del sucesor no tardará en desbocarse. Ayer, dos cardenales franceses abrían el juego dando a conocer sus preferencias. Jean-Marie Lustiger, exarzobispo de París, opinaba que entre las cualidades del próximo Pontífice han de figurar "el valor, la fuerza y la libertad". El arzobispo de Lyón, Phillippe Barbarin, pedía "un hombre sencillo".

Cormac Murphy-O´Connor, arzobispo de Westminster, se inclinaba por un candidato "continuista", aunque con "un tono y unas formas diferentes". Todo ello sucedía mientras en San Pedro resonaban los atronadores aplausos que la multitud le brindaba a Wojtyla cada vez que Sodano le nombraba.