La ciencia no entiende de género, pero el femenino, como ocurre en otros ámbitos de la sociedad, con frecuencia suele encontrarse con más dificultades en el camino. Lo dice la historia. Apenas el 3% de los cerca de 600 premios Nobel científicos concedidos hasta ahora están en manos de mujeres y mentes como la de Marie Curie, Emmy Noether, Susan Jocelyn Bell Burnell o Rosalind Franklin, entre muchas otras, han sido relegadas del relato dominante. La mayoría no están ni en los libros de texto, donde apenas el 8% de las figuras que aparecen en los manuales de la ESO son femeninas, según una tesis de la Universidad de Valencia. Ni son referentes ni ocupan las altas esferas en la ciencia.

Y todo esto ocurre justo cuando las mujeres son mayoría en la universidad desde hace años. En Extremadura representan el 55% de los estudiantes de grado, alcanzan el 58% en el caso de los másteres y están rozando la mitad (49,7%) en los estudios de doctorado. Las oportunidades para formarse son las mismas, sin embargo, cuando llega la hora de incorporarse al mercado laboral, la paridad desaparece y la brecha de género se agranda. Lo dicen las estadísticas. De los 1.225 investigadores que trabajan a tiempo completo en Extremadura (incluida la administración, la universidad y la empresa), 472 son mujeres, el 37% del total (en el conjunto de España es el 39% desde hace prácticamente una década según el informe Científicas en cifras, elaborado por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad).

Y hay más. Dentro de la universidad extremeña, donde se genera más del 80% de la I+D+i regional, el 36% del personal docente e investigador es femenino y solo hay 21 catedráticas de 130. Del millar de publicaciones científicas de este personal en 2017, poco más de 300 llevan nombres femeninos y apenas el el 18% de los grupos de investigación están dirigidos por mujeres, según las estadísticas del portal de datos abiertos la UEx (http://opendata.unex.es/apps/publicaciones-uex/).

Porque dar otro paso más, llegar a cargos de dirección y gestión es todavía más complicado. Han tenido que pasar 18 hombres para que una mujer, Rosa Menéndez, presida por primera vez el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El timón del Centro de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Extremadura (Cicytex) también está en manos femeninas, las de Carmen González. Se avanza pero siguen siendo minoría. «Que los hombres acaparen las posiciones de toma de decisiones tampoco contribuye a cambiar esto», cuenta Elena Gómez-Díaz, científica en la Estación Biológica de Doñana (del CSIC) y de origen extremeño. «Tenemos las mismas oportunidades y capacidades para llegar al mundo de la ciencia, sin embargo, sigue siendo más difícil para nosotras alcanzar ciertas metas en el mundo laboral. Es innegable que, generalmente, tenemos más responsabilidades en el cuidado de la familia y también más dificultades para ser consideradas o aceptadas en algunos ámbitos que siempre han sido exclusivamente masculinos», apunta Mónica Murillo, científica en el Centro de Investigaciones Agrarias La Orden (del Cicytex).

«El problema de la ciencia es que es una carrera que necesita mucha dedicación y a las mujeres nos cuesta más llegar porque tenemos piedrecitas en el camino que nos van echando para atrás». La investigadora pacense Guadalupe Sabio se refiere así a la falta de medidas de conciliación de la vida familiar y laboral, a permisos de maternidad y paternidad discriminatorios, a los estereotipos y roles sexistas que siguen inundando la sociedad y los «corsés» aceptados por el sistema científico, y en el que los plazos de las convocatorias, proyectos, premios o de los periodos de evaluación no tienen en cuenta situaciones de bajas maternales, que suelen coincidir además con las edades de dar el salto definitivo en el sistema.

«Si paras por baja maternal tu tiempo está pasando y tu curriculo va quedando atrás, al final se penaliza a la mujer», añade Beatriz Macías, investigadora Juan de la Cierva en el Centro de Cirugía de Mínima Invasión de Cáceres.

INESTABILIDAD / «La ciencia es dura, requiere muchas horas y moverte mucho. La edad de estabilización es muy elevada, en el CSIC está en los 45 años, y a medida que pasa el tiempo muchas mujeres se caen de la carrera investigadora porque tienen que decidir entre su vida personal o profesional. Y no es que exista una discriminación en el ambiente de trabajo, pero sí problemas estructurales y falta de conciliación que nos pone más trabas a nosotras y nos lleva a veces incluso a creernos menos capaces que los hombres». De esta forma, «son menos las que llegamos al final, lo que reduce nuestra visibilidad y contribuye a perpetuar al hombre como el modelo estándar», reflexiona Gómez-Díaz. «Cuesta mucho más que nos reconozcan», incide María Escribano, cacereña que dirige un grupo de investigación en la Universidad de Copenhague. Un ejemplo: «en congresos científicos, la proporción de charlas invitadas de ponentes femeninas es bajísimo, incluso en disciplinas científicas donde las mujeres dominan», prosigue.

Y sin referentes femeninos, muchas niñas no van a convertirse en lo que no ven y persiste la brecha de género en los sectores de la ciencia, la tecnología, la ingeniería o las matemáticas. En la UEx, carreras como Ingeniería Informática apenas tiene este curso un 9% de alumnas, en Electrónica o Mecánica no alcanzan el 20%, en Física suponen el 26% mientras Matemáticas llega al 48% y rondan el 60% en Biotecnología, Química o Medicina.

«Hemos dado pasos de gigante en el campo de la investigación pero todavía queda mucho por hacer», reconoce la secretaria general de la UEx, María Isabel López, doctora en Filología Hispánica y también investigadora. Estudia la literatura contemporánea y en los Siglos de Oro. «Es una parte inexcusable de mi identidad profesional».

Para intentar cambiar todas estas cifras, empoderar a las mujeres, lograr la participación plena y equitativa en la ciencia y la igualdad de género, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó en 2015 el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Hoy este diario recoge la experiencia de una docena de científicas vinculadas con la comunidad. Detrás de cada una coinciden la curiosidad, la modestia y el afán por contribuir al desarrollo de la sociedad. Ninguna se siente discriminada en su laboratorio por ser mujer, pero en ocasiones sí por un sistema rígido y muy competitivo que poco tiene en cuenta tareas que solo puede hacer el género femenino, como dar a luz, y que avanza con lentitud en la igualdad. Y el 11 de febrero es un día para reivindicar que la ciencia y la investigación es cosa de mujeres, intentar eliminar los baches del camino y mostrar a la sociedad que sí existen referentes femeninos en la ciencia y la tecnología.

Para ello, científicas como Sabio, Macías o Gómez-Díaz, junto a muchas otras, están participando en diversas actividades en la región para visibilizar sus trabajos. Porque mujeres hay muchas en la ciencia aunque sean minoría. Una minoría que, como la mayoría de sus compañeros varones, comparte otros problemas comunes en este campo: los crecientes recortes en inversión en I+D, que merman los proyectos y los recursos humanos, la falta de estabilidad y la fuga de talento.