La ciudad volvió ayer de nuevo a vestirse de Carnaval. Los niños fueron los primeros en salir a la calle para dar paso a cuatro días de fiesta. Más de 200 participaron en el desfile infantil, en el que desfilaron 22 comparsas que fueron seguidas por numeroso público a pesar de las bajas temperaturas.

El desfile, que se inició a las seis de la tarde desde la avenida de Europa y discurrió por la plaza Dragones Hernán Cortés, Minayo y calle Obispo hasta la plaza de España, lo abrió la comparsa La Kochera, con un traje de cabaret hecho con plástico, con silla incluida para la coreografía, y lo cerró Bamboleo con un disfraz oriental en rojo, blanco y negro.

En segundo lugar desfilaron las luciérnagas de Yakaré, seguidas por La Movida, con un traje inspirado en una divinidad azteca, y la Bullanguera con sus libélulas. Tras ella, la tribu de Los Desertores y los indios de Vendaval.

Los Montijanos lucieron un disfraz inspirado en el Caribe, al que no le faltaban palmeras y gorro con frutas tropicales y un mojito, mientras que los de la comparsa Teotihuakan desfilaron de barco pirata con un mástil en la cabeza y los del Vaivén sorprendieron de lobos.

No faltaron los elfos de Los Soletes, ni los dragones de Yuyubas, los vampiros de Dekebais o los aztecas de Wailuku.

Los Whisys, de Gévora, iban de guerreros del pasado, con espadas y cascabeles, y tras ellos desfiló Moracantana, de avatar, y Caribe, con un disfraz inspirado en las películas de Bolliwod.

Caretos Salvavidas lució un disfraz de mar, con peces y dios Neptuno incluidos, y Balumba se fue al Polo Norte, con un iglú por sombrero con un oso polar sobre él. Los Lingotes llevaron un traje en color plata y azul, mientras que Infectos Acelerados iba de llamas y fuego y Lancelot optó por los colores.

Las comparsas hicieron una vez más gala de su desbordada imaginación. Sus trajes, en su mayoría confeccionados con materiales reciclados, brillaron bajo los focos de las calles.