En Cataluña hay unos 120.000 extremeños que residen allí habitualmente, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). La mayoría tuvieron que emigrar en su juventud en busca de un lugar donde prosperar. Se asentaron en ciudades como Badalona, Santa Margarida de Montbui, L’Hospitalet de Llobregat o la misma Barcelona. Allí se han jubilado y han nacido sus hijos y, en algunos casos, sus nietos. Y la ideología política de las distintas generaciones no siempre coincide.

Una de esas personas que emigró cuando apenas tenía 21 años (ahora ya ha cumplido los 71) es Carmen Arroyo, vicepresidenta del hogar extremeño en Barcelona, adonde llegó procedente de la localidad pacense de Navalvillar de Pela.

Esta extremeña resume así la situación que se vive ahora mismo: «Es una tema político, pero al final termina arrastrando a la gente y la disputa, el enfrentamiento, se asienta en la calle, y eso es lo peligroso».

Dice que desde la víspera del histórico 1 de octubre el ambiente está enrarecido y que hay una división que será dificil de superar, «sobre todo porque se sigue alimentando». «Porque ya hay una sentencia que los condena, pero no se van a parar aquí, van a seguir; tengo claro que esto no se termina aquí, que habrá más», asegura.

Aunque, por otra parte, subraya que de alguna manera la gente «ya está cansada de este tema y lo que quiere es normalidad». «En el centro de Barcelona sí hay follón, pero en el resto de los sitios está todo tranquilo».

Carmen Arroyo expresa que lo peor es que muchas relaciones entre familia, amigos, compañeros de trabajo... se han visto afectadas de tal manera que hay temas de los que no se puede hablar. «Es que no te atreves a opinar», asevera.

¿El futuro? Espera que haya responsabilidad y no sigan acciones de cualquier tipo, «de lo contrario será difícil para la gente que intenta convivir en Cataluña».