A tenor de las cifras oficiales sobre uso y abuso del agua, parece claro que la mejor campaña de ahorro de este bien tan poco valorado sería la adecuación de los sistemas de distribución.

Así, de cada cien litros que se captan de pantanos o ríos extremeños, sólo 83 llegan a su destino. El resto se pierde en la intrincada red de tuberías, bien por averías, la mayor parte de las veces provocadas por la vejez de las conducciones, o bien porque escapa sin que se aprecie, gota a gota, por pequeñas grietas en los tubos.

La suma de estas fugas alcanza un nivel que debería mover, al menos, a la preocupación. Sólo en el 2002, último año del que el INE ha sacado las cuentas, en Extremadura se desaprovecharon antes de abrir el grifo casi 19,6 hectómetros cúbicos.

Es decir, se tiró un volumen de agua equivalente al que consume la ciudad de Cáceres en año y medio, y mil hectómetros cúbicos más de los que emplean en la región las industrias para sus procesos productivos.

Si, con todo, estas cifras no fueran suficientes para mover a la reflexión, cabe añadir que, como casi todo, tienen una importante traducción económica. El despilfarro por el deterioro de las infraestructuras de distribución cuesta a Extremadura nueve millones de euros cada año, es decir, 1.500 millones de las antiguas pesetas.

Para llenar Orellana

Y es que, con ser muy barata, según las comparativas realizadas con los precios de otras zonas y países, el agua cuesta algo, concretamente, su distribución mueve al año en la región algo más de 54 millones de euros.

Otro dato importante es que la situación no sólo no parece ir a mejor, sino que empeora poco a poco. De este modo, el porcentaje de agua perdida en la fase de distribución ha crecido en casi dos puntos en sólo un año, y supera a lo que se malgastaba por fugas en 1996.

Por otro lado, estos porcentajes de pérdida son superiores a la media española, sin que el resto del país esté tampoco como para fiestas.

No en vano, en el año de referencia, y según la estadística nacional, las redes de tuberías que llevan el agua a los hogares y las industrias de todo el país se dejaron ir más de 927 hectómetros cúbicos.

Por seguir con las comparaciones, este agua serviría para llenar por completo el embalse de Orellana. En cuanto a su traducción económica, las pérdidas suman 430 millones de euros en toda España, lo que justifica de sobra la necesidad de acometer renovaciones de la red allí donde se precise.

De otro modo, una gran parte de lo que se saque de ríos y embalses seguirá yéndose sin aprovechar a nadie, y el despilfarro se lamentará cuando sobrevenga algún periodo de sequía prolongada.