El interés por reabrir minas de uranio que fueron cerradas en su día está vinculado a los cambios de estrategia en la producción de electricidad. Si a medidados de los años 80 y en los 90 la energía nuclear fue muy cuestionada y en algunos países se abrieron moratorias contra la apertura de nuevas plantas y se empezaron a diseñar planes incluso de cierre progresivo, la tendencia parece haber cambiado.

La demanda creciente de energía, unida a las exigencias del Protocolo de Kioto, donde la reducción de emisiones de CO2 va a provocar el cierre de plantas de generación a base de carbón hace que se estén replanteado los planes en cuanto a las nucleares. Este vuelco va unido a que países de economía emergente y cuya demanda de energía se va a incrementar notablemente en los próximos años están recurriendo a la nuclear como fuente para alimentar su desarrollo, como es el caso de China.

De este modo, la previsión es que la demanda de uranio crezca fuertemente. Los precios en los mercados ya están respondiendo a esa previsión. En el año 2004 una libra de uranio (algo menos de medio kilo) se cotizaba a 9,6 dólares. En este momento el precio alcanza ya los 113 dólares la libra, y esto hace que minas que carecían de viabilidad económica ya sí puedan ser rentables.

A esto se une el hecho de que las tecnologías han mejorado en lo que se refiere al coste de extracción y tratamiento del mineral, abaratando los costes. Los tradicionales productores como Nigeria, Canada y Australia no pueden cubrir la demanda, con lo que se vuelven los ojos hacia otros filones.