TMtladrid se viste de color y música. Jóvenes venidos de todas las partes del mundo inundan con cantos y banderas las calles y el metro de la capital española. Los voluntarios, esparcidos por Madrid, ponen a disposición de los peregrinos, en todas las lenguas, toda la información de las diferentes actividades que se realizan.

A cualquier hora del día se pueden encontrar grupos multiculturales, que no solo se distinguen por sus banderas, sino también por las mochilas que todos los participantes en la JMJ llevan.

No existen barreras idiomáticas, cuando dos o más grupos nos encontramos, no importa la procedencia y en seguida comienzan los intercambios de cantes, bailes y de algún que otro pin o chapa identificativo del país de cada uno. Los australianos, por ejemplo, regalan peluches de canguros y koalas.

Aún no me he encontrado con ningún extremeño, aunque el martes me encontré con el grupo de indios que durante los días previos a la visita se quedaron en Mérida.

El metro también es un lugar importante en el que todos los jóvenes que han venido a vivir la JMJ despliegan sus banderas y sus canciones, a las que nadie duda en sumarse, aunque solo sea tocando las palmas cuando por cuestiones de lenguas no pueden seguir la letra de las canciones.

El miércoles, algunos de los grupos más radicales de indignados fueron bastante agresivos verbalmente, amenazando incluso con quemar las banderas que llevaban los jóvenes, además de proferir toda clase de insultos y provocaciones.