La energía de Miguela Marchena (43 años) sorprende teniendo en cuenta que aún lleva cien puntos de la última intervención para una colostomía (un orificio en el vientre por el que evacua en una bolsa pegada al abdomen) con la que ganará algo de calidad de vida. «Nunca podré llevar una vida normal. Pero aquí estoy», reivindica. Porque en el 2016 la vida de esta cacereña dio un giro de 180 grados cuando después de muchas pruebas los médicos llegaron a la clave: cáncer de recto (el de mayor incidencia). «Lo primero que sentí es miedo. Tenía muchas preguntas sin respuesta y me fui a casa con la noticia y sin saber qué iba a pasar», recuerda. Y lo que pasó es que los oncólogos la llamaron para iniciar el tratamiento: primero quimioterapia, radioterapia y unos meses después una cirugía con la que extirparon el tumor. «Lo pasé mal. Toqué fondo. Ahí ya solo puedes subir y yo en ese momento encontré a Lorena» (Lorena Alonso la psicóloga de la AECC), según recuerda. Con ella conoció a otros pacientes en la misma situación que ella y empezó a normalizar su nueva vida, «a sentir que no era un bicho raro», afirma. Por todo eso, ya tiene objetivo en mente para cuando termine su convalecencia: «ser voluntaria. Ayudar. Devolver parte del apoyo que he recibido».