Una de las enfermedades infantiles del periodismo ---un oficio que padece muchas, de variada índole y, a veces, de difícil vacunación-- es el de la simpatía hacia los disidentes. Un disidente, un crítico con la opinión oficial, tiene generalmente mejor 'prensa' que un obediente seguidor de la ortodoxia. Quizás esa simpatía se deba a que el disidente, por serlo, ofrece una posición, unas ideas, fácilmente trasladables a un titular, que no es otra cosa que un ejercicio más o menos feliz de simplificación. Y ya se sabe que nosotros los periodistas por un titular (es decir, por la simplificación) 'matamos'.

Pues bien, Monago está aureolado por ese aire de disidente desde que, por necesidad o por convencimiento propio, acentuó ideas para construir un discurso que no sonara desafinado en los oídos de Izquierda Unida. Y le va de cine.

Ayer asistí a su intervención en los Desayunos de Europa Press, en el Hotel Intercontinental de Madrid. Y quiso la fortuna que desde mi posición pudiera observar la mesa en que se sentaban los periodistas de Madrid destacados para hacerse eco de las palabras de Monago. Del lenguaje corporal de aquella 'tribu' capitalina, de sus sonrisas, del leve asentimiento de sus cabezas ante lo que oían de labios del presidente sobre el impuesto de patrimonio, de sus gestos de perplejidad, de sus cuchicheos posteriores, se podía concluir que están encantados con él. Monago defiende que se le meta mano fiscal al patrimonio de los ricos. ¡Nada menos que un presidente de comunidad del PP es el que lo dice! Y, además, no es que sea 'barón rojo' ante su partido, sino ante el mismo Rubalcaba al que aspira a pasarlo por la izquierda y acusarle de que su propuesta de volver a instituir ese impuesto no es suficientemente solidaria porque tal como lo plantea el socialista las comunidades que más ricos tienen se quedarían con la mayor parte del impuesto, mientras que el presidente extremeño pretende que se haga una redistribución que favorezca a las regiones pobres.

He ahí un disidente. Yo vi ayer que 'la tribu' se lo agradeció. Como antes se lo había agradecido a Ibarra. Y con un largo y cálido aplauso le dio --como a Ibarra mientras estuvo-- la bienvenida al mundo de los titulares.