El papa Juan Pablo II, de 84 años, falleció a las 21.37 horas de ayer tras una agonía de 48 horas, acompañada de fiebre altísima, que no le impidió mantener la consciencia hasta el anochecer, según relató el último comunicado oficial del Vaticano. La noticia de la muerte del Pontífice fue comunicada a los miles de personas que llenaban la plaza de San Pedro por el arzobispo argentino Leonardo Sandri y, posteriormente, el secretario de Estado vaticano, el cardenal Angelo Sodano, confirmó la muerte e invitó a los fieles a rezar.

A las 22.37, justo una hora después del fallecimiento, tocaron a muertos las campanas de la basílica mayor de San Pedro y también los casi 300 campanarios de toda Roma.

Con la muerte de Karol Wojtyla se cerró un capítulo importante en la historia de la Iglesia católica, coincidieron personalidades de todo signo ideológico, que de inmediato lamentaron la pérdida de esta figura controvertida, decisiva y singular.

Su capacidad de conectar con las multitudes, en especial con los jóvenes, su opción por difundir a los medios de comunicación todas sus propuestas, la decisión de mostrar sin disimulos la evolución de su larga enfermedad, y la vocación de viajar constantemente, son algunos de los matices de la personalidad de este último Papa de Roma. A ellos podría sumarse la importante cifra de beatificaciones realizadas por Juan Pablo II, su estricta visión de los Evangelios, la oposición frontal a la investigación embrionaria o el constante rechazo al uso de preservativo incluso en los países arrasados por el sida.

CURIA EN SUSPENSO Tras el anuncio de la muerte, se activó anoche el mecanismo previsto en la constitución apostólica que el propio Wojtyla fijó en 1996, a los que se suman tradiciones con dos siglos de antigüedad que detallan los pasos a seguir para la reelección del sucesor. También se describe cómo deben ser los funerales y los pasos que seguirá el cónclave.

Todos los cargos de la Curia quedaron anoche en suspenso y el cardenal camarlengo, el español Eduardo Martínez Somalo, pasó a ser la máxima autoridad en el Vaticano hasta que se produzca la fumata bianca que anunciará el fin del cónclave y la elección del nuevo Papa.

La última jornada de Karol Wojtyla transcurrió en un estado de inconsciencia esporádica, que tanto incluyó el hilvanado de un mensaje para los jóvenes como el adiós sereno a varios cardenales. A media tarde, el Vaticano definió de "gravísimo" el estado de salud del Pontífice, sin pérdida de consciencia. En ningún momento se mencionó que el Papa entrara en coma.

De una forma algo entrecortada, el portavoz vaticano, Joaquín Navarro Valls, describió a media mañana cómo él mismo había captado el que sin duda fue el último mensaje del Papa dirigido a los jóvenes, en este caso, a aquellos que se congregaba en la plaza de San Pedro. "Antes de venir aquí he visitado la habitación del Pontífice y he podido reconstruir este mensaje --describió Navarro Valls--: ´Yo os busqué. Ahora vosotros habéis venido a verme y os doy las gracias´". "Esas palabras han tenido muchas interrupciones, pero las ha pronunciado".

FALTO A LA MISA En sus 26 años de pontificado, ayer fue el único día que Juan Pablo II no concelebró la misa de las 7.30 de la mañana. Quienes pasaron a verle antes del mediodía coincidieron en su capacidad de reacción al escuchar una voz conocida. Uno de los cardenales que ratificó esa lucidez fue Joseph Ratzinger, decano del Colegio Cardenalicio, que, tras visitar al Papa, aseguró que éste le dió "la última despedida" y le "agradeció" el trabajo realizado en los años en colaboraron.

En todo momento, Karol Wojtyla estuvo acompañado por sus dos secretarios privados, el arzobispo Stanislav Dziwisz y el religioso polaco Mieczyslaw Mokrzycki, así como por tres religiosas y su médico personal, Renato Buzzonetti. Decenas de miles de personas llenaron todo el día la plaza de San Pedro. El hecho de que la luz de los aposentos del Papa se apagara a media tarde, cosa que no ocurría desde el miércoles, precipitó la preocupación. Lenta y silenciosamente, todo el mundo fue aceptando que el fin era inminente.