"¿Por qué contratamos a extranjeros? Todo el mundo lo pregunta, pero nadie es tonto; los españoles no quieren trabajar en el campo". Gabino Díaz es empresario agrario y sabe que en Extremadura hay más de 110.000 parados, pero dice que ninguno le ha pedido trabajo. Bueno, uno, el año pasado, pero sin querer ser dado de alta en la Seguridad Social para cobrar el paro. Por eso, lleva contratando una cuadrilla de unos 40 rumanos desde hace cuatro años.

Hace muchos más que la familia de Gabino, de Almendralejo, cultiva viñas y olivos. Tras su abuelo y su padre, ahora él gestiona 150 hectáreas de estos dos cultivos. "Y cada vez nos va peor, no sé qué pasa", apostilla explicando que ha tenido que afrontar problemas como la paulatina retirada de los trabajadores de Palomas, con que tradicionalmente contaban. "Se fueron jubilando, pasando a otros sectores... hasta que quedaron solo ocho o diez".

Por tanto, el empresario almendralejense tuvo que buscar nuevos temporeros, tarea, según cuenta, casi imposible. "Sí que recurrí al Sexpe, pero no me mandaron a nadie y sé de compañeros a los que les venían los parados pidiéndoles que les firmaran un documento asegurando que no los necesitaban. Y a ver cómo te niegas y te enfrentas a ellos", detalla.

Por ello, decidió hablar con los rumanos que habían llegado a Almendralejo en busca de trabajo. "Le pregunté a uno y él ya se encargó de organizar la cuadrilla", explica Gabino, que se muestra, como su socio Juan Manuel Navia (transportista de profesión que tiene 10 hectáreas de olivos), satisfecho con sus trabajadores.

Con esportón y sin horario

En cuanto a las condiciones, los empleadores explican que "todos los temporeros están dados de alta y cobran según lo que recogen". "A 5 euros el esportón (cesta), cada día, una pareja puede recoger 25 o 26, lo que supone más de 120 euros, que no está nada mal, creo yo", dice Gabino en alusión al rechazo de los españoles a este trabajo.

¿Pero qué hay del horario? "Lo marcan ellos, porque quieren trabajar todo lo posible para ganar más dinero. Empezamos sobre las ocho y cuarto de la mañana, cuando ya se ve, y terminamos sobre las cuatro de la tarde con un descanso para comer y los que ellos quieran. Van a su ritmo, porque cuanto más recogen, más cobran. De hecho, muchas veces tengo que reñir con ellos para irnos", señala Gabino.

No en vano, 20 esportones equivalen a la pensión que le quedó a Bratie Ion, uno de los temporeros, al retirarse del ejército. "Allí era sargento, pero al cumplir los 40 años tuvo que retirarse y solo le pagaban 100 euros al mes", explica el empresario mientras Bratie asiente con el poco español que entiende. Es su primer año trabajando en España, pero tal y como están las cosas en Rumanía no descarta que sus dos hijos y su mujer se trasladen aquí, si consigue un empleo.

En similar situación están familias enteras como los Aleco o parejas como Zamfir Alih y Flaanv Isan. Todos han recorrido el camino desde Craiova, su ciudad natal, a Palomas, donde viven ahora en casas de alquiler. "Nos hemos tenido que ir a 25 kilómetros de Almendralejo, porque no nos quieren alquilar pisos", se queja Daniel Aleco.

Pero peores fueron sus primeros años en Extremadura, cuando, al igual que Zamfir y otros muchos rumanos, vivió en un campamento, en "muy malas condiciones", reconoce. Por eso, rechazan las naves o pisos patera , en los que conviven decenas de personas, si bien el propio Gabino cedió su nave hace unos años para este uso.

"No tenían dónde quedarse y les dejé allí, pero no era adecuado", confiesa preguntándose "¿pero quién puede preparar una infraestructura para solo 20 días?". En ese sentido, apoya que se creara ese tipo de servicio: "lo pagaría encantado", asegura. Sin embargo, el año pasado Apag Extremadura Asaja instaló, con el ayuntamiento de Santa Marta de los Barros, un albergue en esta localidad, pero no atrajo a los usuarios.

Y es que a las características del trabajo --temporal, por poco tiempo...--, se unen cuestiones culturales, ya que los rumanos suelen viajar con sus familias. ¿Cuál es la solución, entonces? De momento, Gabino y Juan Manuel han solucionado la falta de mano de obra --"están haciendo un trabajo que, si no fuera por ellos, no sé cómo haríamos", reconoce el primero--, mientras sus trabajadores consiguen ganarse la vida.