«Cuando él me propuso la custodia compartida lo primero que pensé es que no quería pasarme la manutención de los niños», reconoce Flori Bravo, que a pesar de la reticencia inicial comparte desde hace dos años con su exmarido el cuidado de sus dos hijos de 10 y 12 años en semanas alternas. «Es la mejor decisión que he tomado en mi vida, porque mis hijos disfrutan por igual de su madre y a su padre y son felices», añade esta pacense que mantiene una relación cordial con su expareja aunque, como ella misma explica, el vínculo sentimental esté roto. «Es el padre de mis hijos. Tenemos una relación de respeto mutuo por el bien de los niños y mucha comunicación. Nos coordinamos para la alimentación, para comprarles todo lo que necesitan, para las reuniones del colegio o los cumpleaños», cuenta sobre la relación que mantienen ahora.

Y eso que la primera reacción a la propuesta de coparentalidad de su entonces pareja, cuando se plantearon la ruptura, fue «que no se preocupara» y que no era necesario que le pasara pensión porque ella se encargaría de mantener a los niños. «Pero él insistió en que quería estar con sus hijos y quería demostrar que era un buen padre. Y lo cierto es que lo es y lo ha demostrado; mucho mejor de lo que lo era durante la convivencia».

Para llegar a ese punto de encuentro recurrieron al asesoramiento de los servicios sociales, que les condujeron a un curso para prepararse para este tipo de régimen. También dejaron a un lado los mensajes que les lanzaban desde su entorno para que buscaran la confrontación con la otra parte. De ese modo iniciaron el proceso judicial con el convencimiento y el acuerdo mutuo de que querían cuidar a de hijos en custodia compartida.

El futuro

«Los asistentes sociales cambiaron mi forma de verlo y nunca se lo agradeceré lo suficiente. Porque veo a mi hermano, que lleva siete años sin ver a su hijo y me parece muy triste, porque quienes sufren son los niños», dice Bravo. «Los adultos nos olvidamos de que lo que se rompe es la relación de pareja, no la familia; porque los hijos son para toda la vida. Nosotros seremos para siempre su padre y su madre, nos necesitan y nos quieren a los dos, y lo que es más importante, lo que nosotros hagamos como padres, va a condicionar la vida de nuestros hijos», insiste.

Pero en los procesos de divorcio cada caso se desarrolla condicionado por las circunstancias de los adultos. A Javier (nombre ficticio) le ha costado cuatro años y más de 18.000 euros conseguir que un juez impusiera la custodia compartida de su hija, que estaba bajo la tutela exclusiva de la madre desde el 2014. Tiene la sentencia desde el pasado mes de marzo (hubo varios intentos que se cruzaron con denuncias de amenazas por las que fue absuelto) y es su mayor tesoro. «Cuando nos separamos mi hija era un bebé y estuve varios meses sin verla», recuerda. La postura inicial del juez fue entregar la custodia del bebé a la madre con un régimen de visitas que Javier ha intentado ampliar poco a poco hasta que reclamó convivir con su hija igual que lo hacía su exmujer.

«Seguimos pensando que el padre trae el dinero a casa y la madre se ocupa de los niños. Y eso ya no es así. Yo tengo la misma capacidad que la madre para ocuparme de mi hija y darle cariño. Y la niña nos necesita a los dos. La custodia compartida no la he ganado yo, la ha ganado mi hija», insiste este padre que considera que habría que avanzar en la gestión de la coparentalidad ante un divorcio: «la separación es algo tan normal ya que habría que abordar que los se separan son los padres y que los hijos son para ambos y para toda la vida».