Un periodista le preguntó hace unos días a David Kirp, profesor de ética de la prestigiosa Universidad de Berkeley, cuál era su opinión sobre el nombramiento de Jay Garner como gobernador interino de Irak. "Es un ejemplo encantador de nuestra indiferencia hacia el pueblo iraquí", respondió Kirp, resumiendo mordazmente la polémica que ha desatado la designación del general retirado, hasta hace unos meses vinculado a la industria militar, como responsable de conducir la transición del maltratado país hacia la democracia.

Que un profesor de ética tenga algo que decir sobre este nombramiento es ya toda una noticia. Detrás de la higiénica expresión de conducir la transición , el nuevo sheriff de Irak --así lo han bautizado algunos medios de comunicación-- tiene entre manos varias tareas delicadas: detener la anarquía, pacificar el territorio, conseguir una distribución eficaz de la ayuda humanitaria y decidir qué se va a hacer con el petróleo iraquí. Muchos se preguntan si el más idóneo para desempeñar esta labor es un militar que participó directamente en la destrucción del país, y que, encima, es amigo del ultraconservador lobby judío cuya influencia sobre la Casa Blanca es harto conocida.

EL HOMBRE DE LOS PATRIOT

Garner, de 64 años, se compró a finales de enero pasado una casa de 1,1 millones de euros (182 millones de pesetas) a orillas del lago Butler, en Florida (Estados Unidos). Cuenta el Orlando Sentinel que estaba limpiando el techo de su yate cuando recibió una llamada telefónica. Después de colgar se reunió con su esposa, Connie, y su única hija, Lori. "Voy a estar fuera un tiempo", anunció. "Tengo que hacer un pequeño trabajo para Donald Rumsfeld". Donald y Jay son amigos personales, y fue gracias a la presión del secretario de Defensa que a Garner le fue encomendado el pequeño trabajo .

¿Qué había hecho Jay Garner hasta entonces? Ser veterano de la guerra de Vietnam. A partir de los años 70 empezó a especializarse en sistemas de defensa aéreos, y durante la guerra del Golfo fue el responsable de coordinar las baterías de misiles Patriot cuya misión era neutralizar los Scud que Irak lanzaba contra Israel. Se retiró en 1997 y, sin la menor experiencia en el sector privado, fue nombrado presidente de SY Coleman Technologies, una compañía especializada en la fabricación de sistemas de guía de misiles que ha firmado no pocos contratos con el Pentágono. El pasado enero, después de hablar con Rumsfeld, renunció.

Numerosas organizaciones humanitarias han expresado su descontento con el pasado de Garner. El mundo árabe también tiene motivos para el recelo. En octubre del 2000, Garner fue uno de los 43 militares estadounidenses retirados que firmaron una carta en la que culpaban a la Autoridad Nacional Palestina de la violencia desatada tras la ruptura de las negociaciones de paz, y elogiaban la "mesura" del Ejército israelí.

EL BUENO DE JAY

Dicen sus amigos que el nuevo director de la Oficina para la Reconstrucción y la Asistencia Humanitaria de Irak --tal es el nombre oficial del cargo-- es callado, modesto, eficiente y con una capacidad sin par para hacer frente a los problemas. "Es un hombre que no esquiva las balas, se las come", resume el general retirado Thomas McInerney.

Los kurdos del norte de Irak lo tienen en buena estima. Tras librar su particular batalla contra los misiles de Sadam, Garner fue encargado, terminada la guerra del Golfo, de la operación Devolver la Esperanza, que consistía en garantizar el regreso al Kurdistán iraquí de los miles de kurdos que habían tenido que huir a Turquía. La misión, un éxito, confirmó la capacidad de Garner para enfrentar grandes retos logísticos.

El que le espera ahora no es de poca envergadura, pero el general de tres estrellas no parece arredrarse. "Irak fue alguna vez la joya de Oriente Próximo, y puede volver a serlo", ha dicho desde Kuwait, donde espera que las tropas estadounidenses establezcan las condiciones de seguridad necesarias para poder viajar hasta Bagdad. "Tenemos la oportunidad de devolver a los iraquís la democracia, y eso es exactamente lo que voy a hacer", dijo.

Es probable, sin embargo, que no disponga de tiempo suficiente para hacerlo. A las críticas por su nombramiento, el Pentágono ha respondido con el anuncio de que sólo ocupará el puesto "unos meses" --algunos dicen que tres--, para luego ser reemplazado por un civil. Entretanto, el mundo entero mirará con lupa la labor de posguerra de este hombre "compasivo", "atento" y "volcado con la gente", como lo han descrito, por supuesto, sus amigos militares.