Gloria ha tenido una vida holgada, un trabajo, casa en propiedad, vacaciones, vivienda en la playa, viajes, una agenda cultural y de ocio: «una vida desahogada», precisa. Pero ahora mira cada céntimo, no toma ni un café fuera de casa y hace unos meses que tocó a la puerta de Cáritas, porque los empleos temporales que encontraba su hija no daban para cubrir los gastos básicos de la familia: el alquiler, los recibos de agua y luz, la comida y la ropa. El nombre de Gloria es ficticio para preservar la identidad de esta mujer y su familia, pero su historia da voz a muchas otras que tampoco logran atender las necesidades más básicas.

«Miras todo al detalle. Si encendemos la televisión, no encendemos las luces. Buscas la forma de no gastar, porque no tienes. Y para comer, tratas de utilizar productos que no precisen mucho cocinado. Para el desayuno y la cena, muchas veces recurrimos a los cereales, pero en la comida tienes que hacer algo más consistente y hay que cocinar, aunque miramos si algunas comidas semielaboradas nos permiten ahorrar», cuenta Gloria. Las legumbres envasadas que la familia recibe en los lotes de comida no perecedera que les entregan través de Cáritas parroquial «ayudan» en ese fin, según cuenta. «Pero ahora llega el frío, y aunque intentes ahorrar y trates de evitar encender los calefactores, en ocasiones habrá que hacerlo».

Desde hace algo más de un año el sostén principal de esta familia es la única hija, y los ingresos que hay en casa llegan de los contratos temporales que va encontrando la joven en la hostelería. «Sé que es una enorme responsabilidad para ella sostener a sus padres y un hogar, pero confiamos en que esta será una situación temporal, que todo se resolverá y podremos tener una vida más estable de nuevo», dice. Con lo que gana la joven, la prioridad de la familia ha sido siempre cumplir con el pago del alquiler, «lo que nos asegura un techo».

Gloria y su familia han vivido fuera de España la mayor parte de su vida. Pero tras jubilarse ambos (ella como empleada pública y él en la empresa privada) el hombre decidió regresar a España por la tensión creciente en el país en el que habían hecho toda su vida y donde la hija estudiaba entonces Arquitectura. Las pensiones de ambos se quedaron retenidas allí y al bajar del avión comprendieron que no tenían más que lo que llevaban en la maleta. «Y no todo nos servía», cuenta Gloria.

Así que hace cinco meses que la mujer comenzó a buscar soluciones y ayuda. Recaló en Cáritas, y a través de la oenegé, en el Instituto Municipal de Asuntos Sociales (IMAS) de Cáceres, donde les acaban de dar acceso a la renta básica (para los tres próximos meses) y a la de mínimos vitales, lo que les garantiza el pago de los suministros durante una temporada. «Hemos encontrado orientación, apoyo económico y también apoyo moral para volver a empezar de cero, a construir todo lo que teníamos antes», dice.

En varios momentos se le quiebra la voz y la mirada se le empaña. Porque en los últimos meses Gloria ha tenido que tomar decisiones, llamar a puertas en busca de ayuda y asumir que el futuro que soñaba su hija como arquitecta, debería esperar para poder sustentar a sus padres. «Mi marido y yo no tenemos ahora nada, porque no tenemos acceso a nuestra pensión y por nuestra edad no encontramos trabajo aquí. Ella es la que puede acceder a empleos, aunque sea para vivir en un déficit permanente, y con necesidad de ayudas que son solo paliativas», reconoce. «Pero por el momento tratamos de aguantar y acostumbrarnos a vivir con lo imprescindible. No queda otra».