Hay un dicho popular afianzado que reza: La realidad supera a la ficción . La estampa vivida ayer en Mérida reflejaba los contrastes entre unos parámetros que persiguen un progreso hecho a base de imaginación y otros asentados en la sociedad que pervive desde épocas inmemoriales.

Once y media de la mañana. Cientos de ciudadanos esperan a casi 30 grados la llegada de los Príncipes de Asturias al Palacio de Congresos y Exposiciones de Mérida, donde se asientan las piedras de la sociedad del futuro. Apenas a cien metros de distancia gritos de: "A cinco euros, pantalones a cinco euros", proferidos por los vendedores del tradicional mercadillo de los martes en la capital extremeña. En medio del olor a pestorejo que llega de la barra de este mercado, don Felipe y doña Letizia hacen acto de presencia. Entonces, la multitud congregada para ver y, con suerte, tocar, a los Príncipes de Asturias, empieza a vitorear a los futuros Reyes de España. Ante esos gritos, algunos de los que compraban pantalones, intentan llegar a tiempo para hacer lo propio.

Sueños cumplidos

La ocasión lo merecía y no importaba el bochorno que caía. Había que aguantar al sol. Ante la proximidad de Sus Altezas Reales algunos de los anóminos presentes le decían a algún responsable de seguridad: "Guardia, quítate de ahí un poquito hijo, que no vemos". La proclama surtió efecto, aunque a una mujer le costara unas lágrimas, echadas una vez cumplido su sueño --los sueños no sólo estaban de puertas para adentro-- al darles la mano.

Ese instante fue aprovechado incluso por algunos para dar el pésame a Doña Letizia por la muerte de su abuelo. "Gracias, pero no puedo atenderle más tiempo" le dijo a una señora. Una vez tocados, qué menos que gritarles: "Guapos". Ellos, agradecidos, estrecharon la mano de los ciudadanos.

Los Príncipes se fueron a comer con el presidente extremeño y, allí, en la sede de Presidencia, se repite la estampa y la reacción: saludar a todos.

Después, unos a recoger el mercadillo y otros a recoger la mesa... de su casa.