Carlos Sastre pasó desapercibido en la primera semana. No se inquietó en los Pirineos, donde aprovechó el trabajo de un CSC liderado por Cancellara. Se jugó la suerte en Alpe d´Huez y salvó el triunfo con una buena contrarreloj final.

La primera semana

Hay una vieja regla que siempre debe aplicarse si se quiere ganar el Tour. Durante la primera semana, de lo único que hay que preocuparse es de no caer en una de las centenares rotondas que hay en las carreteras. Hay que pasar despercibido y observar a los rivales. Los compañeros del CSC le protegieron de cualquier incidencia.

El ataque de Alpe D´Huez

Sastre siempre lo tuvo claro. Había que decidirse en momentos determinados. Había que escoger un lugar para comenzar a sentenciar el Tour, para hacer daño a Cadel Evans, elegido como el contrincante más peligroso. El escenario fue Alpe d´Huez. Sastre atacó en el primer kilómetro de la subida porque era el más duro y porque tenía que adelantarse a cualquier movimiento de los Schleck. Frank vestía de amarillo y si se movía, Carlos estaba obligado a protegerlo.

La contrarreloj final

La frase de "hasta se permitió el lujo de echar la siesta" no es de Sastre, sino de Alejandro Torralbo, que aparte de ser su mecánico es uno de sus mejores amigos en el CSC. ¿Saben qué corredor acostumbraba siempre a acostarse antes de una cita trascendental contra el cronómetro? Pues nada menos que Induráin. Con esta serenidad, inspirando soplos de aire, evitando que las pulsaciones se fueran más allá de lo imprevisible, Sastre se lanzó hacia los 53 kilómetros de gloria que luego acabaron por aportarle el triunfo en el Tour.