La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, en boca de todos en las últimas semanas por una desacertada intervención pública con la que no vamos a hacer más sangre, parecía sorprender nuevamente a propios y extraños por el anuncio efectuado hace escasas fechas de rebajar impuestos municipales.

Hay muchas lecturas de esa presunta bajada fiscal y todas desvelan que hay trampa, pero nos referiremos tan sólo a la de la tasa de basuras. A bombo y platillo se anuncia que se reducirá en un 12% a partir de enero de 2014, lo que es incuestionable, pero lo que no se dice es que se hace por imperativo legal: desde agosto pasado rige un nuevo contrato único que aglutina la recogida de basuras y la limpieza y mantenimiento de parques y jardines, que ha supuesto un ahorro sustancial para las arcas capitalinas, 524 millones, exactamente un 12% sobre el coste precedente.

Y aquí es donde entran los ‘peros’: una administración no puede ingresar más por prestar un servicio que el coste que le supone, por eso ahora el ayuntamiento se ve obligado a efectuar esa rebaja.

Dicho contrato único ha supuesto que Madrid esté sucia como no lo estaba desde hace décadas: ya no hay recogida de basura los domingos, los contenedores no se vacían a diario y hay muchos menos operarios con la escoba y la manguera por las calles.

Se ha esgrimido un presunto ahorro a cambio de que la ciudad esté hecha una guarrería y de que cientos de trabajadores hayan pasado a engrosar la nómina del paro. Pero es que ese ahorro no se va a producir, ni un euro, porque la ley lo impide, según se ha explicado.

Los madrileños, ciertamente, se ahorrarán a partir de ahora 2 o 3 euros en cada recibo, ¿queda compensada esta minucia con el estado de suciedad de las calles, el abandono de los parques y los muchos trabajadores que han dejado de serlo? Estos son los inventos del neoliberalismo con que el PP quiere salvar a España de la ‘herencia recibida’.