Yo soy español… y no me gustan los toros. Bueno, sí que me gustan porque son animales extraordinarios, y, por ello, no puede ser lógico que alentemos y nos divierta su sufrimiento.

Los que no me gustan son los toreros, y su ridículo afán por imponerse en una batalla tan innecesaria como cruel contra otro ser vivo.

Vivimos en un país en el que cualquiera abuchearía a una persona que agreda a un perro en un parque, pero que se reúnen para aplaudir y elogiar a aquellos a los que ver un animal luchando por su vida (en desventaja, claro) les hace sentir valientes. Sí, sacadle en hombros por la gallardía que demostró. Afortunadamente, aún hay padres que enseñan valores en los que una persona valiente, entre otras cosas, es aquella que salva vidas, y no quien las roba.

¿Queréis tauromaquia? Brindadle al toro bravo la oportunidad de defenderse justamente, hombre contra bestia, (o bestia contra bestia), de igual a igual, sin armas ni capotes, estoques o banderillas. Veríamos entonces qué orejas se cortarían.

Somos tan hipócritas que juzgamos sin miramientos otras formas de maltrato animal, e incluso exigimos un pago justo por tal fechoría. Pero en España el “taurocidio” se establece como fiesta de interés nacional porque nos representa a los ojos de los demás países.

Me reitero, yo soy español y me niego a promover un acto tan vil contra otro animal. Me preocupa que, el día de mañana, mi hijo me mire sediento de respuestas y me pregunte: -¿por qué, padre? Y yo, tristemente, no tenga nada que alegar. Solo busco pertenecer a una sociedad en la que inculcar valores de respeto e igualdad no resulte tan…irónico.