Julian Barnes ha tardado nueve años en dar unidad de libro a 11 relatos que tienen como hilo conductor un tema poco frecuente: el revoloteo de la muerte o esa época a la que el ser humano llega con la vida más o menos colmada. El autor, que durante ese tiempo ha escrito, además, dos novelas, otro libro de cuentos y un libro de cocina, ha reunido en La mesa limón a personajes que rompen con la idea, quizá con el mito, de que la serenidad le llega al hombre, y a la mujer, con el paso de los años.

Barnes (Leicester, 1946) ha publicado en poco más de 20 años nueve novelas y dos libros de relatos, todos editados en España por Anagrama. Con El loro de Flaubert (1984) apuntaló su prestigio, pasó a ser un referente de la nueva narrativa inglesa --Martin Amis, Ian McEwan o Ishiguro-- y fue el primer autor inglés que obtuvo en Francia el Premio Médicis. Después llegaron, entre otros títulos, Una historia del mundo en diez capítulos y medio, Hablando del asunto y la continuación de ésta, Amor, etcétera . Escribe en la frontera entre la novela y el relato porque, dice, le gusta llegar al límite y "romper las estructuras". Con todo, juzga más difícil la estructura narrativa del relato: "Hay cuentos perfectos, pero no novelas perfectas". Y, puestos a elegir, Barnes se queda con los cuentos de Hemingway y de su compatriota Helen Simpson.

EL CORAZON Y LA MENTE

La mesa limón toma el título del último relato del libro, El silencio , protagonizado por un compositor, que bien puede ser Sibelius, el músico que frecuentaba un bar de Helsinki que había impuesto la norma de hablar sobre la muerte a quienes se sentaban en una mesa determinada, la limón. El libro de Barnes no contiene referencias concretas a la muerte, pero ésta es una sombra constante en los relatos. No obstante, los personajes, en la recta final de su vida, no aparecen ni sumisos, ni serenos, y se muestran, en algunos casos, con la crispación que supieron atenuar en su juventud.

"He querido explicar qué pasa cuando cuerpo, mente y corazón no envejecen al mismo tiempo", explica Barnes al término de su visita a Barcelona, la quinta que ha hecho. El autor cree que la idea de una vejez tranquila es falsa porque, añade, "el cuerpo puede querer apagarse, pero el corazón sigue produciendo calor". Los personajes de La mesa limón pueden estar próximos a su límite físico, pero siguen vivos: piensan y sienten el sexo, descubren las mentiras de su convivencia, hacen del silencio música y maquillan el desprecio que sienten. Barnes explica que el origen de estos relatos ha tenido el mismo impulso que El pedante en la cocina , libro en el que comenta sus desventuras culinarias: "Ni la vejez ni el plato que resulta de copiar una receta son lo que parecen".