Durante dos años, entre 1995 y 1997, Azar Nafisi creó en una habitación de su casa en Teherán un espacio de libertad donde ocho mujeres se despojaron de los velos, mostraron melenas y vestidos, colocaron flores y leyeron sin cortapisas ni miedos a varios autores occidentales. Fue un acto de rebeldía contra las imposiciones de un integrismo religioso del que las mujeres han resultado doblemente víctimas: como ciudadanos y como mujeres. Las experiencias de aquellos días han quedado reflejadas en, Leer Lolita en Teherán (El Aleph), traducido a quince idiomas.

Nafisi nació en la capital de Irán. Tuvo formación occidental, cursó estudios en Suiza e Inglarerra, y, ya casada, se doctoró en Estados Unidos en literatura anglosajona. En 1979, el año de la caída del sha de Persia, regresó a su país para impartir clases en la universidad. En 1980, Nafisi se negó a utilizar el velo que el régimen del ayatolá Jomeini exigía a toda mujer que acudiera a la universidad. Fue expulsada, pero regresó, con velo, seis años más tarde, cuando ya la imposición se había extendido a cualquier actividad de la mujer.

Aguantó otros diez años, hasta que, dice, la situación se le hizo insoportable: "Antes de salir de casa, en vez de pensar en mis alumnos, en cómo mejorar mis clases, sólo podía pensar en si se me veía el pelo, si el día anterior había dicho algo a un estudiante varón que me pudieran censurar". No ha podido olvidar los castigos que sufrían los estudiantes si corrían por los pasillos, si reían, si encontraban maquillaje en los bolsos de las chicas o si hablaban con sus compañeros.

Esta vez fue Nafisi quien renunció a la universidad, pero con el propósito de reproducir en su hogar el mundo académico que no existía en la universidad. Seleccionó a siete jóvenes, se sumó el marido de una de ellas, y, despojadas de velos y tabús, hablaron en libertad de Nabokov, Henry James, Fitzgerald o Conrad. En 1997, Nafisi y su marido dejaron Irán y se instalaron en EEUU, donde la autora es profesora de la universidad Johns Hopkins, en Washington.

LA IDENTIDAD DE LA MUJER

¿Por qué la Lolita de Nabokov para dar título a las vivencias de sus dos últimos años en Teherán? Nafisi encuentra un simil claro entre Humbert, el protagonista de la novela, y los ayatolás de Irán: "Han querido privar de identidad a la mujer y convertirla en fragmentos de su imaginación".

A Nafisi le duele Irán, y también el desencanto de Afganistán, donde la caída de los talibanes no ha supuesto una mejora en la situación de la mujer: "El terror continúa; nos han olvidado", concluye la escritora.