Director: Clint Eastwood ; Intérpretes:Clint Eastwood, Christopher Carley, Bee Vang, Ahney Her, ; Países: EEUU / Australia ; Duración: 116 minutos

Clint Eastwood ha dicho que con Walt, protagonista de Gran Torino , dice adiós a la interpretación. Y es un adiós solemne, pese a tratarse de un personaje perfilado a brochazos. Vive rodeado de chinos, tailandeses y laosianos, para él nada distintos de los monos contra los que luchó en Corea. Sentado en su porche, vigilando su césped, gruñendo y farfullando, es aquello en lo que Harry Callahan podría haberse convertido. Y es que, igual que en El pistolero (1976) John Wayne anunció la muerte del cowboy , Gran Torino sugiere el fin de la era de los vigilantes.

Eastwood es un astuto manipulador de su propia presencia icónica. Sabe que al contemplarlo a él también vemos a Harry el Sucio, y al Hombre sin Nombre, y a otros ángeles vengadores a quienes ha prestado su imagen. Todos esos espectros hacen de esta modesta película más que una mera historia de venganza, o una comedia convertida en drama convertido en tragedia.

Eastwood la usa para destruir, una vez más, los falsos mitos heroicos sobre la violencia. Desde que rodó Sin perdón , el acto de matar deja una permanente cicatriz en la psique de sus personajes, y Gran Torino es el lamento final por cómo el olor a pólvora es garantía de dolor.

Como dijo Callahan una vez, "un hombre debe conocer sus limitaciones", y Eastwood sabe disfrazar las suyas en elecciones artísticas intrépidas.

Gran Torino aqueja personajes y situaciones estereotipados, una estructura narrativa tediosa y diálogos más discursivos que los que Paul Haggis suele perpetrar.

Además, incluso tras experimentar de repente los placeres de la diversidad étnica, Walt sigue tratando a sus vecinos con condescendencia. Pero queremos querer a Walt porque es imposible no querer a Clint. Y es inevitable apreciar Gran Torino , aunque sea guiándonos más por el corazón que por la cabeza.