Lugar: el campus universitario de Wellesley, en Nueva Inglaterra. Epoca: año 1953. Protagonista: una profesora de Historia del Arte californiana y liberal, Katherine Watson (Julia Roberts), que desea encontrarse a sí misma impartiendo clases en un elitista centro para señoritas. Personajes secundarios: cuatro de sus alumnas, de estilo y relación completamente opuestas, desde la sexualmente desquiciada hasta la que tan sólo aspira a casarse, comprarse el último modelo de lavadora y servir la cena a las cinco a su maridito.

Estos son los elementos con los que el británico Mike Newell ha realizado la también muy británica --aunque la película tenga nacionalidad estadounidense-- La sonrisa de Mona Lisa , otra vuelta de tuerca a la variante genérica de los filmes centrados en profesores y alumnos. Se la ha emparentado algo gratuitamente con El club de los poetas muertos , de la que debería ser el reverso en clave femenina. Pero las características de todos los personajes, así como la época y el lugar, dirigen las intenciones de La sonrisa de Mona Lisa por otros derroteros.

La película de Newell, responsable de Cuatro bodas y un funeral , antepone siempre un tono temperado, elogiosamente pausado, aunque a veces al relato, repleto de contratiempos y obstáculos sentimentales que los personajes deben vencer, le falte un poco más de garra, de enjundia melodramática.

Si el guión deja en una zona difusa al personaje de la profesora, extraña de sí misma, emocionalmente insegura aunque obstinada y honesta con su magisterio --que no es tanto el del arte como el de la vida misma--, en algunas de sus alumnas se impone un molesto tono maniqueísta. En el filme, finalmente, domina más el estudio puntilloso de esa escuela pija, tradicionalista y reaccionaria en la que estudiaron Hillary Clinton y Ali McGraw, entre otras figuras conocidas, que el trazo de un personaje, el de Katherine, que quiso oponerse a lo que ya estaba escrito.