Unai Elorriaga quería escribir sobre aquel verano de 1982, que para él empezó buscando libélulas con su prima y acabó con la muerte de su padre. Esos recuerdos los ha captado, al final, en su tercera obra, mezcla de vivencias pasadas y ficción que dan como resultado un texto surrealista y menos inocente de lo que pueda deducirse de una rápida lectura. Vredaman se titula el libro, palabra a la que el lector hará bien en no buscar significado, porque es la superposición de los nombres del pintor holandés Vredeman de Brie y del personaje de una novela de Faulkner, Vardaman.

Elorriaga (Getxo, Bilbao, 1973) entró en la literatura por la puerta grande con Un tranvía en SP .