Cuando me comunicaron la enfermedad de mi padre, el Alzheimer, tomé la decisión de llevar esta situación con todo el sentido del humor posible. Es cierto que cuando mi padre me veía no me reconocía, pero se reía. Conseguí hasta el último día de su vida "disfrutar " de esta terrible enfermedad. El Alzheimer pudo con la memoria de mi padre, pero no con su sonrisa.