Esa imagen de Hilario Pino, informador de Tele 5, montado en una barca, sacando el engrudo de las aguas, sintetiza el buen trabajo que hemos visto en algunas --pocas-- cadenas de TV, sobre la catástrofe. No redime su actitud la vergüenza que pesa sobre TVE, la que se intitula Televisión del Estado, que se ha transformado en un elemento no sólo de desinformación, sino de engaño, que es peor si cabe. No redimen, digo, ni Hilario, ni Angels Barceló, ni Juan Pedro Valentín --las cabezas más visibles de los servicios informativos de Tele 5-- la ciega operación de propaganda en otros ámbitos, pero es de justicia resaltar su impecable trabajo. La madrugada de ayer, por ejemplo, cumplido un mes justo del inicio de la catástrofe, esta cadena emitió un paisaje de imágenes (Galicia, un mes negro), pespunteado con declaraciones que miembros del Gobierno central y de la Xunta durante este tiempo han ido evacuando, y les ha salido un retrato perfecto, y dramático, de lo que es la manipulación y el desgobierno sobre la marcha. Anotemos también la reflexión de BTV sobre las consecuencias políticas que el Prestige podría --o debería-- acarrear; o la labor de José M. Calleja ayer tarde en CNN+, convocando voces que nos han iluminado.

Permítanme, no obstante, una reflexión personal. Mal asunto cuando desde una columna de crítica, el crítico se ve forzado a practicar el masaje y exaltar --por excepcionales-- a los que simplemente han cumplido informándonos. Es una señal preocupante.