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BOLSA INVERTIDA

Pocas veces estaremos ante un fenómeno tan anómalo como ver que la cotización de la bolsa española cae por tercer año consecutivo hasta niveles inusitados --un 47% desde 1999-- pese a que los índices básicos de crecimiento económico siguen una senda positiva. El Ibex cerró el 2002, igual que el resto de los principales mercados mundiales, con retrocesos que alcanzan límites preocupantes. La prueba es que quien hace tres años entregó 60.000 euros (un millón de pesetas) a los gestores de inversión, hoy comprueba que aquella cifra se ha reducido a la mitad, en el mejor de los promedios bursátiles.

Los españoles tenemos poca experiencia en la gestión de nuestros ahorros a medio y largo plazo. No parecen hacerlo mucho mejor los bancos y cajas que manejan los fondos de inversión y de pensiones, que también durante el último ejercicio arrojan pérdidas significativas para sus partícipes. Ni siquiera ha servido de mucho, pese a la propaganda del PP, que se prometan incentivos fiscales para las rentas del capital más atractivas que para las rentas del trabajo. Cerramos un mal año para el ahorro y la inversión. Aunque vivamos casi igual, es muy mal síntoma que las bolsas persistan en su caída.

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