En los próximos días leeremos en ciertos periódicos y escucharemos en algunas radios consejos y avisos a la ciudadanía sana y de buena fe, pero que, según dicen, está muy desorientada. Cara a las manifestaciones del sábado contra la guerra, sobre estos ciudadanos caerán los avisos de que no se dejen seducir por cantos de sirena de los encargados de arrastrar a las masas con el turbio propósito de socavar la autoridad del Gobierno y los cimientos de la convivencia entre españoles.

Que no quieran ser tontos útiles y compañeros de viaje, sirviendo a una causa que no es la suya. Dicen los expertos que las dos expresiones fueron acuñadas por Lenin. Uno diría que más bien ha de ser lo contrario, ya que el franquismo hizo frecuente uso de ambos conceptos, expresados siempre en un tono despectivo. Se quería advertir, sobre todo a los jóvenes, siempre inexpertos, que tantas veces caen en las redes de los amigotes.

En cierto modo, la derecha lamentará ahora que Moscú ya no sea lo que fue. Estaría claro que detrás de la protesta que se prepara están los agentes de la subversión y tras ellos, Moscú. Es decir, el diablo, que siempre ha querido todo el mal para España. Incluso se diría que Moscú había mandado dinero para financiar pancartas, compra de megáfonos y otros medios de agitación. Y algún medio imaginativo como La Razón revelaría haber descubierto una conspirativa operación Vendaval del Desierto, de claro signo antiespañol.

Pero ¿al servicio de quién está ahora la subversión? ¿De Bin Laden, de Gadafi, de Sadam o de todos a la vez? El comunismo internacional era más convincente para la conjura. O la masonería.