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EDITORIAL

MONSTRUO O SOCIO

Sadam Husein es un "monstruo" para la humanidad, según el PP, pero hace sólo tres meses el Gobierno aún hacía gestiones discretas (hasta enero del 2001 fueron oficiales) para conseguir que el régimen iraquí concediese a Repsol un campo petrolífero que podría abastecer el 35% del consumo español. Las muestras de pragmatismo en política internacional resultan a menudo de un cinismo llamativo que se justifica como necesario. Pero cuando un Gobierno intercede por una compañía privada quebrando los principios de política exterior que proclama, el asunto resulta más delicado. Y la contradicción es clara, pues las visitas extraoficiales a Bagdad se mantuvieron tras el 11-S y después de que España diese su apoyo, en septiembre del 2002, a los planes bélicos de George Bush. Quizá no se ajuste a los sacrosantos principios del realismo político, pero si los "beneficios" que Estados Unidos promete a España por apoyar la guerra contra Irak consisten en que empresas españolas salgan beneficiadas en un nuevo reparto del petróleo --en perjuicio de Francia, Rusia o China--, el Gobierno debería dar claras explicaciones. Porque a quien quiere involucrar en el conflicto es a todos nosotros.

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