Catedrático de la Uex

Ni el rictus de sus pobres conciencias. Así terminé un artículo cuando se consumían las horas del ultimátum unilateral de Bush, Blair y Aznar. Eran las horas claves para llegar a las últimas decisiones. Decisiones políticas, decisiones responsables, decisiones casi heroicas por las presiones de la masa , decisiones del ámbito personal de los tres grandes líderes de la órbita mundial. Mientras tanto, todos expectantes, los reyes y sus pueblos, el Papa y sus fieles, las Naciones Unidas y las demás instituciones, los ricos y los pobres, los españoles y los iraquís, primeros de los ciudadanos en quienes los tres líderes tenían puesto su más íntimo pesar, por los sufrimientos soportados de la mano del tirano, jefe del eje del mal. Todos expectantes ante lo que pudieran dictar las tres supremas conciencias, las de los superdotados de la diosa responsabilidad. La del vaquero de los petrodólares, la del hermano de sangre inglés y la del aprendiz con bigote, dispuesto a romper en el escenario mundial.

Y pasó. El dueño de los palacios, señor de las mazmorras, con su huera voz, puso el derecho internacional entre sus piernas y lo aplastó, mientras se sentaba en su sillón de la Casa Blanca. A la voz del halcón, el inglés venido a menos cuadró sus ejércitos y el acólito de ambos, se cuadró ante los dos.

Que han emprendido una guerra ilegal, lo saben cuantos quieran pararse a analizar los acontecimientos, ya sea desde el análisis más complejo de los hechos, o desde el más simple de los argumentos: el sentido común. Que es una guerra ilegítima, que han presionado hasta extremos deleznables a cuanto país han podido, que han marcado el ritmo de la ONU, que han dejado en cueros a su consejo de seguridad, que han hecho de todo para salirse con la suya, lo ven cuantas personas de buena voluntad se paren simplemente a pensar. Que nuestro gobierno, y especialmente el señor Aznar, demagogo convicto y confeso, intenta camuflar su triste y sumisa realidad con el envío de un "convoy humanitario" a las tierras persas, no se le escapa a nadie. Que con tan oprobiosa forma de proceder, lo envía a una guerra, a su guerra, es transparente. Que eso que él denomina procedimiento , acción, operación , etcétera, es una guerra, una acción militar unilateral, es diáfano.

En fin, toda una cobardía institucional de quien por un lado presume de gran responsabilidad, y por otro intenta evadir sus consecuencias. Las políticas que le pudiera reclamar un pueblo amante de la paz (que no le permitiría enviar un contingente militar), y las jurídicas anunciadas por quienes tienen la legitimidad y libertad de exigirlas, en nombre de muchos que pensamos igual.

Mientras tanto, el más descomunal ejército del mundo se encuentra enzarzado en reñida lucha con el dictador iraquí y su arsenal de armas de destrucción total. Y en su momento, que todo llegará, veremos esos arsenales prohibidos , los cuales, sin duda, aparecerán (aunque ya no existiesen). Las que veremos menos, serán las impúdicas imágenes del daño colateral .

Mientras tanto, por estos pagos patrios, los lugartenientes del mariscal, nerviosos por el botín de la sucesión, se afanan por proclamar las irresponsabilidades de los portadores de pancartas, y las de los jóvenes revoltosos que no saben buscar el consenso para el futuro sin romper un cristal.

No obstante, frente a los rictus helados y la demagogia, cada vez se mueven más conciencias, por un mundo mejor, desde la paz y la libertad.