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BAJO LA ALFOMBRA

Dramaturgo

Qué manía la de guardar los restos debajo de las alfombras! Ahora dicen que bajo la iglesia de San Agustín en Badajoz hay restos de no sé qué almusasa y el alcalde de Mérida sale por la radio y dice que en el cuartel Hernán Cortés hay restos, que está seguro de que hay restos y que cuando empiecen a picar el suelo, salen los restos.

¿Qué restos dejaremos nosotros? ¿Se imaginan ustedes al alcalde de Badajoz del año cuatro mil sesenta y dos temblando como un folleto electoral cuando vayan a meterle pico y barrena al solar donde ahora está el Corte Inglés? ¿Y la cara de los técnicos cuando empiecen a aparecer las escaleras mecánicas (oxidadas) y los trozos de carteles de rebajas? ¿Y cuando aparezca la alabarda del que pregona esa cerveza entre las estanterías? ¿Y se imaginan ustedes el Museo de Badajoz de esa época con trozos de los bancos de San Francisco, un pitorrito de la fuente de los anillos, una butaca del López Ayala y las fotografías añejas y medio veladas de quienes ostentan cargos y honores?

¿Qué restos podemos dejar nosotros para la posteridad? ¿Qué objetos dignos de perdurar podremos legar al museo? ¿Qué se mete en los museos, señor mío? Porque hay museos y museos. En un pueblo de Galicia de cuyo nombre me acuerdo pero no me da la gana decir, hubo un regidor que construyó un museo, el auténtico y verídico Museo de Historia de... y fue metiendo cosas verídicas e históricas, según él. De esa forma podemos ver el auténtico casco del caballo de Atila, el neumático del coche de Hitler (el familiar) y el verídico clavo de Cristo.

¿Qué museos dejaremos para la posteridad, señor, señor? ¿Qué museos harán con nosotros y con nuestros restos?

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