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PERDON

Dramaturgo

Aquel hombre sonreía, a pesar de todo. "Perdóneme que no me levante, pero es que me han cortado las piernas". Aquel hombre era alegre, a pesar de todo. "Perdóneme que no le salude, pero es que me han cortado los brazos". Aquel hombre hablaba, a pesar de todo. "Perdóneme que le deje, pero es que me van a cortar la cabeza. Usted lo entiende". Aquel hombre era todos los hombres y estaba acusado de haber construido una casa en la vega del Genil con una licencia de nave ganadera. Aquel hombre y sus hijos fueron apaleados por la policía, y vio cómo le derribaban su casa para cumplir fielmente la resolución judicial. Aquel hombre también era mujer y acababa de ser acuchillada por su exmarido tras poner setenta denuncias. Aquel hombre (decía un teólogo) era Dios. ¿Qué les parece? Era Dios y acababa de ser rezado por los Alberto y Bush, y había tenido que oficiar una misa de nupcias para la hija del presidente. Aquel hombre, sin embargo, era un hombre satisfecho de ser hombre y ser Dios. Era tan inmortal como las injusticias o la memoria, por eso estaba satisfecho, porque cumplía todos los requisitos para ser hombre y Dios al mismo tiempo: pecar y ser crucificado, pecar en lo efímero y vivir eternamente en la memoria de los que adoran cruces.

Aquel hombre estaba sentado a la puerta de su casa y miraba cómo su hija encadenada a la verja era apaleada por los celosos guardias: "Podrán herirla, podrán matarla y arrastrarla por los suelos, pero nunca se casará con un Alberto, ni la llevaré de mi mano al altar de El Escorial". Aquel hombre era todos los hombres, yo y usted, y era todas las mujeres, y hasta era Dios (o el prójimo, que es igual, como se dice).

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