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SOLO JUEVES

Escritor

Hay una escena en la película Rocky en que la novia de Stallone le recuerda que es la noche de acción de gracias y que la costumbre es cenar pavo, así que le pide que se quede en casa con ella a celebrarlo, pero Rocky, con ese piquito que le llevó a la fama, contesta: "eso será para ti, para mí es sólo jueves". Y es en este simple diálogo de vieja película americana donde yo he descubierto la esencia de mi vida. Me he dado cuenta que los demás siempre tienen algún añadido que celebrar, algún santo de su parte, una patrona a la que coronar, un patrón al que colgarle un manto de flores recién cortadas o al que cantarle una jota aragonesa, mientras que para mí es siempre jueves.

Mi santoral está más vacío que la cabeza de un ultra sur, más apolillado que el club de fans de Luis Aguilé, más deprimido que un libro de Kant en la mesilla de noche de Gil y Gil. Como escribió Pessoa "nunca he tenido a nadie a quien pudiese llamar Maestro. No ha muerto por mí ningún Cristo. Ningún Buda me ha indicado el camino. En lo alto de mis sueños, ningún Apolo o Atenea se me han aparecido, para que me iluminasen el alma". Pero yo alucino en tecnicolor y con sonido Dolby ante la capacidad de la gente para ilusionarse con cualquier cosa. Lo que sea. Qué habilidad para creérselo todo, en especial lo que lleve tufo a ultratumba. Debe ser una cosa hormonal, algo que se escapa a mi entendimiento, como los poderes que desarrollan algunos individuos de predecir los cambios climáticos en las cicatrices de la hernia; en cualquier caso, sospecho que es algo que guarda estrecha relación con la climatología, porque en cuanto aparece el primer nublado florecen las liturgias y el paisaje se llena de devotos con los ojos humedecidos por el fervor y la garganta irritada por el exceso de salves y aleluyas. Yo habría dado cualquier cosa por poseer esa condición ingenua, por mantener inflado para siempre el globo blanco de la infancia. Pero en mi caso nunca han funcionado las ficciones ajenas.

Yo soy de los que cuando llega San Marcos, pues yo que me alegro. San Isidro, pues también que me alegro. San Jorge, pues mire usted que bien; pero para mí es sólo jueves. Yo me limito a celebrar lo que es humanamente celebrable. El encuentro con un amigo, un nuevo disco de Amancio Prada, el próximo concierto de Les Luthiers, un poema de Cunqueiro, la victoria sobre un resfriado. Cosas así. Lo demás son ganas de fastidiar y darse ínfulas de nieto de emperador, como si fuera impepinable la existencia de otros mundos, de un más allá donde los ángeles y querubines no tienen otra cosa mejor que hacer que estar todo el santo día alcahueteando por el ojo de la cerradura de los cielos y comprobar si tú vas por mayo con flores a María o si rezaste los treinta y tres padrenuestros que le habías prometido a Escrivá o si decides que tal virgen pertenece a Toledo o a Extremadura. La de Dios es Cristo. Esperemos que estas cosas no sean las que hacen los días santificados; de cualquier forma, yo me quedo con la inocencia laica de mis jueves.

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