Síguenos en redes sociales:

LA RISA

Dramaturgo

Acostumbrados como estamos a la risa tonta que todo lo anestesia, a tomarnos la vida con frivolidad porque todo va bien y vivan las caenas , pasa lo que pasa y explotamos en risas gilipollas a la primera de cambio. Que reír es sano nadie lo duda, pero no es lo mismo reírse de uno mismo o de un chiste de Gila que reírse de un señor que se cae o de una familia que se come las cáscaras de las patatas por hambre.

Viene todo esto a colación porque hace unas noches mientras asistíamos a la representación de Las bicicletas son para el verano en el Festival de Teatro de Badajoz, escuchamos asombrados cómo muchos espectadores la emprendían a carcajadas con la escena terrible del robo de cucharadas de lentejas por parte de los miembros de la familia protagonista, muertos de hambre a causa del asedio de Madrid en plena Guerra Civil. Hace veinte años en su estreno en el Teatro Español de Madrid, gran parte del público dejaba escapar lágrimas en esa misma escena (incluso el curtido Eduardo Haro) y para su autor, Fernando Fernán Gómez, supone el meollo de toda la genial trama. Pues aquí, en Badajoz, no. Pues aquí, ahora, en 2003, en la España del Gran Hermano , en la España del papel couché y famosos de caspa y chinchorreo, no. Aquí esa escena hace reír a muchos, ya ven, porque se asemeja a esos monólogos del clubs de la comedia en los que hablan de los canapés que come Beckham, de lo mal que se pasa en el paro, de la guerra y las pancartas, y todo mezclado es un descojone. Aquí para algunos, la Guerra Civil y el hambre de muchos españoles, es un monólogo muy divertido, o una mentira de los vencidos como dice algún cronista oficial. ¡A la mierda!

Pulsa para ver más contenido para ti