TEtl alcalde de Cáceres ha ido al juzgado. Bien pudiera suceder que este simple enunciado fuera ya castigo desproporcionado al delito que el regidor, presuntamente, cometió. El poder político se legitima si se encamina al bien público, si no, pierde su esencia y se convierte en carne de banquillo. Para la imputabilidad es imprescindible el conocimiento y la voluntariedad, no sólo la causalidad. ¿Conoció y consintió?

La acción política tiene el tejado de cristal: con frecuencia los políticos veteranos dan a los jóvenes encargos que requieren reflexión, más que venal imposición sin argumentos. Si el venerable político no repara en la venalidad, y no contiene al joven, que quiere crecer mucho en poco tiempo, éste se obstinará en el hierro y ambos resultarán, a la postre, errados. Cierta edad lleva a la condescendencia con el meritorio y son harto conocidas e inequívocas las consecuencias: aparecer mojado, siempre que uno se acuesta con niños.

Bien parece que al descargarse de faenas el alcalde se cargó de errores que otros cometieron, todo sea dicho con la adecuada presunción de inocencia. La irregularidad, si la hubiera, bien pudiera venir de cierto cansancio en el dilatado oficio de hacer la ciudad habitable: por eso, más que culpa, pudiera considerarse hasta mérito.

*Filólogo