THtas bajado al trastero con muy pocas ganas. Desde que te separaste de tu marido, hace un año, no has vuelto a pisar esa pequeña habitación llena toda ahora de objetos y enseres que sólo a ti te pertenecen. Te ha costado un poquito abrir la puerta porque una caja que estaba mal apoyada en una estantería metálica se ha caído al suelo y entorpecía su movimiento. Está todo muy desordenado. Ernesto , cuando se fue, cogió sus cosas y ni siquiera tuvo la delicadeza de dejar colocadas las que te pertenecían, es como si hubiera querido dejar el último rastro de su desorden, una firma de autor. El era así, un desordenado incorregible. Has abierto con bastante apatía la caja que entorpecía la apertura de la puerta, sabes lo que hay dentro, un juego de bolas de petanca que os regaló tu padre, y eso imposibilita la agitación que provoca la sorpresa. Has ojeado las bolas plateadas y relucientes, has vuelto a cerrar la caja y la has dejado bien colocada en la balda de la estantería. Crees que lo has hecho de una manera maquinal, inanimada, con la inercia de un autómata. En el fondo no te importa esa caja, ¿o sí? En el trastero no hay nada de Ernesto, pero está todo lleno de Ernesto, aún todo huele a Ernesto, incluso esa bombilla mortecina parece que sólo quisiera ser encendida para dar luz a Ernesto. Esas malditas bolas te han hecho recordar demasiadas cosas.

Has desviado la vista hacia otra balda de la estantería donde permanecen desparramados algunos libros y revistas que Ernesto condenó al trastero por tener un contenido poco coherente con su pensamiento progresista. Luego has registrado nuevas cajas que estaban apartadas en una esquina. Unas contenían ropa pasada de moda, pero conservada con la esperanza de volver a ser utilizada; otras, muñecas antiguas que antaño te resultaron vivarachas y manirrotas, pero ahora se amontonan en la caja como pequeños cadáveres. Algunas cajas contienen tus libros y cuadernos escolares.

Has ido ordenando todo y has tropezado con una pequeña caja que había en el suelo. Contenía un frasco de la colonia que usaba Ernesto. Se le debió caer sin que se diera cuenta.

Has subido de nuevo a casa con la caja y has abierto el frasco. Has olfateado su boca y has soltado algunas lágrimas. Quizá Ernesto lo ha dejado en el trastero con alguna intención. Mañana le llamarás por teléfono para dárselo.

*Pintor